En Apocalipsis 3:10 encontramos una promesa particular hecha a la iglesia de Filadelfia. ¿Cómo debe entenderse la expresión “la palabra de mi paciencia”? Pablo expresó el deseo: “El Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo” (2 Tesalonicenses 3:5). La paciencia de Cristo contrasta con el ejercicio de su poder. Él reinará, pero su reinado aún no ha comenzado. Hasta ahora, está esperando. El creyente es exhortado a esperar con él y a participar en su paciencia. Eso es lo que los creyentes en Filadelfia estaban haciendo, y el Señor los alaba por ello.
Su recompensa es: “Te guardaré de la hora de la prueba que a de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. La Escritura predice un tiempo en el que “habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21). Dios dijo a Daniel: “En aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Daniel 12:1). El pueblo de Daniel son los judíos. Jeremías dijo: “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jeremías 30:7).
Las angustias y tribulaciones de ese día no se limitarán a Israel, porque Dios dijo: “Destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí” (v. 11). Habrá tribulaciones previas a este periodo en el que la angustia alcanzará su paroxismo. Esto es lo que el Señor llama “principio de dolores”. Entonces “se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7-8). Todos estos eventos forman parte de la “hora de la prueba”. Este tiempo será también destacado por un particular despliegue del poder del mal. Satanás trabajará a través de sus instrumentos “con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:9-10). Esta es “la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero”.
Las Escrituras mencionan dos clases de personas que conocerán la liberación en relación con esta hora, pero de diferentes maneras. El pueblo de Daniel, “todos los que se hallen escritos en el libro” (Daniel 12:1), serán libertados luego de pasar por ella. El piadoso remanente judío tendrá que pasar por el “horno de aflicción” donde será probado y purificado (Isaías 48:10). Finalmente, será salvo por el “Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).
En cambio, los creyentes de la presente dispensación nunca pasarán por esta “hora de la prueba”. No esperan ver al Hijo del Hombre venir de la manera gloriosa indicada en este versículo de Mateo 24, sino que serán arrebatados “para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). Cuando Cristo venga a libertar a su pueblo terrenal, los santos celestiales lo acompañarán. Habrán sido arrebatados al encuentro del Señor antes de que empiece esa hora, y así serán preservados de la angustia y el terror indecibles que ella traerá.