Explicación y enseñanza
Había llegado el tiempo en que Dios quiso enviar a su Hijo, tal como lo había prometido. Herodes el Grande ocupaba el trono de Judea (nombre romano de Palestina). En esos sombríos tiempos, el remanente creyente anhelaba ver “la consolación de Israel” (2:25). Dios obró con rapidez y preparó todo súbitamente. Fue suscitado el mensajero que debía preceder al Señor para preparar Su camino (Malaquías 3:1).
Zacarías y Elisabet eran viejos y solitarios, pero temerosos de Dios y objetos de la gracia divina (no tener hijos era un oprobio en Israel).
Zacarías era sacerdote (compárese con 1 Crónicas 24:5; las designaciones para el servicio se hicieron “por suerte”), pero su fe era débil ante las felices nuevas de Dios. Por eso se le impuso un castigo aleccionador como señal; sin embargo, para el pueblo, esta señal es la prueba de que un ángel habló con él (véase Juan 11:40).
En el nombre de Juan (es decir, «Jehová da» o «es benigno» o «se compadece») se hallaba el significado de su persona para Israel (gracia y gozo). Las primeras palabras del ángel a Zacarías (“No temas”) igualmente introducen el Nuevo Testamento.
Dios quería visitarnos y darnos bendiciones. No podíamos ir a él, por eso él quiso venir a nosotros en el Hijo. Juan era nazareno (Números 6; compárese con Sansón; Jueces 13:7). El propósito de su actividad como precursor y como el que debía preparar el camino para el Hijo de Dios fue convertir a los hombres, a fin de que Jesús pudiera tener entrada en ellos (Lucas 1:16-17; Salmo 85:9).