“Demas me ha desamparado, amando este mundo.”
(2 Timoteo 4:10)
Demas no abandonó el cristianismo, probablemente ni la obra del Señor, sino el camino celestial. Las caídas más grandes de la historia del hombre tuvieron origen en el hecho de haber amado algo en el mundo: Noé amó el vino, y cayó en deshonra, siendo la causa de la maldición de Cam (Génesis 9:20-27). Isaac amaba la caza y quería dar la bendición a Esaú, contrariamente a la palabra de Dios (Génesis 27:1-4). Elí amó a sus hijos más que a Dios, y fue tratado por ellos con el mayor menosprecio; fue juzgado con ellos (1 Samuel 2:29-34). David amó el reposo tan sólo un día: así cayó en el pecado con Betsabé, se hizo criminal, y atrajo castigos sobre su casa (2 Samuel 11). Salomón amó las mujeres extranjeras e introdujo la idolatría en Israel, lo que trajo la división del reino (1 Reyes 11). Diótrefes amó el hecho de tener el primer lugar, y echó de la iglesia a un apóstol (3 Juan 9-10).
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15).