La inspiración de las santas Escrituras

¿Qué significa el hecho de que las Santas Escrituras hayan sido inspiradas por Dios? Nada menos que esto: Dios condujo a los autores de cada uno de los libros de la Biblia de manera tal que escribieron o dictaron palabra por palabra lo que Dios quería. “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua”, dijo David (2 Samuel 23:2). Pablo escribió: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:12-13).

La inspiración se refiere al texto original hebreo o griego; una traducción no es inspirada; pero si es buena, refleja la verdad de la manera más exacta posible. Por eso debemos considerar una traducción fiel como la Palabra de Dios. El mismo Señor Jesús citaba una traducción del Antiguo Testamento en griego (comúnmente llamada «Versión de los Setenta»), y decía al respecto: “Escrito está”.

Cada palabra de la Biblia es inspirada; a este respecto no hay ninguna diferencia. Sin embargo, hay diferencias en lo que esas palabras nos comunican.

En la Biblia encontramos las palabras buenas que Dios mismo ha dicho. El primer ejemplo está en Génesis 1:3: “Y dijo Dios: Sea la luz”. Pero las Sagradas Escrituras relatan también las palabras malas del diablo. Lo hace por primera vez en Génesis 3:1: “Pero la serpiente... dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho...?”.

Se muestran también grandes diferencias en las palabras de hombres que nos relata la Biblia. Por ejemplo, las palabras de misericordia que David dirige a Mefi-boset, un hombre incapacitado (2 Samuel 9:7), y las mentiras que dijo a Aquis, rey de Gat (1 Samuel 27:10).

Por lo tanto, la inspiración no tiene ninguna relación con el hecho de que una palabra transcrita en la Biblia provenga de Dios o del diablo, ya sea en cuanto a su contenido —verdadera o falsa— o que sea moralmente buena o mala, sino con el hecho de que Dios ha querido comunicar esta palabra. Este es el punto determinante.

Hay también diferencias ligadas a los mismos escritores. Unos eran testigos oculares, otros no. Moisés vivió gran parte de lo que escribió, lo cual no es el caso de Lucas, el escritor del evangelio. Sin embargo, Pablo coloca los libros de Moisés y el evangelio de Lucas en el mismo nivel, llamándolos a los dos “la Escritura” en 1 Timoteo 5:18.

La comprensión de los escritores en cuanto a lo que escribían puede también diferir mucho. Varios de los escritores del Antiguo Testamento entendían solo en parte lo que les era comunicado (compárese con Daniel 12:8 y 1 Pedro 1:10-11). En cambio, los escritores del Nuevo Testamento lo entendían1 (compárese con 1 Corintios 2:6-16).

En resumen, cualesquiera sean las diferencias que presentan los escritores en relación con sus experiencias, su comprensión u otros puntos, algo es cierto: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16).

Es verdad que no podemos explicar la inspiración, pero esto no altera de ninguna manera su realidad. No podemos explicarla porque Dios no nos ha dado ninguna indicación concreta con respecto al «cómo» de la inspiración. Sin embargo, hay algo que podemos y debemos hacer: discernir y reconocer que las Santas Escrituras fueron inspiradas por Dios.

La inspiración literal de las Santas Escrituras es algo maravilloso que debería incitarnos a leer la Palabra con celo y cuidado.

  • 1También es verdad que el alcance divino e infinito de las palabras comunicadas por el Espíritu a esos escritores los sobrepasaban necesariamente al ser ellos solo hombres.