Seguridad mediante la huida

Los peligros de índole moral o espiritual que encontramos a lo largo del camino cristiano son tan numerosos que debemos estar continuamente en guardia para no ser seducidos y caer en el pecado.

Mientras estemos en el mundo, tenemos que “pelear la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12), la cual durará hasta que lleguemos al fin de nuestra carrera. Pero la victoria no se obtiene siempre por medio de la lucha o la resistencia, ya que en muchas circunstancias la única forma de vencer es huyendo. Por eso en muchos pasajes del Nuevo Testamento encontramos a menudo esta palabra: “huid”. Y podemos estar seguros de que cuando Dios nos dice: “huid”, el peligro es real. Toda indecisión a seguir esta exhortación puede tener desafortunadas consecuencias. La Palabra de Dios nos muestra claramente que, si no escuchamos las advertencias que ella nos da, estamos prontos a caer.

En el evangelio de Juan, aprendemos que las ovejas huyen del pastor que no es el Buen Pastor (10:5). En la primera epístola a los Corintios, somos llamados a huir de la fornicación (6:18) y de la idolatría (10:14). En la primera epístola a Timoteo, debemos huir del amor al dinero y de todo lo que esto acarrea (6:9-11). Y, en la segunda epístola a Timoteo, somos llamados a huir de las pasiones juveniles (2:22).

Muchos creyentes han caído porque pensaban que eran suficientemente fuertes para resistir el mal sin huir de él, sin apartar sus ojos del mal; la consecuencia fue que sucumbieron a la tentación.

David cayó en los pecados más horribles; habiendo comenzado por la codicia y el adulterio, siguió por la mentira, y terminó con un homicidio, y todo esto por no haber apartado sus ojos de la tentación cuando se paseaba sobre el tejado de su casa (2 Samuel 11).

José, por el contrario, huyó inmediatamente cuando se le presentó la tentación, y resultó vencedor (Génesis 39).1

El Señor Jesús dice de sus ovejas que ellas le siguen porque conocen su voz (Juan 10:4). Y agrega: “Al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Esto no es una exhortación a hablar, sino la comprobación de una característica. La vida eterna que Él da a sus ovejas se comprueba de dos maneras: ellas siguen al Buen Pastor y huyen del extraño.

Ya antaño, hubo en Israel falsos pastores (véase Ezequiel 34:7-10), pero las ovejas de Jehová no los habían escuchado. Luego, cuando Él mismo vino en la persona del Hijo, sus ovejas lo siguieron, porque conocían su voz.

Por medio de esta imagen, en que las ovejas huyen naturalmente de un extraño, el Señor nos recuerda que debemos huir de todos aquellos que no traigan su enseñanza. ¿Hacemos siempre esto? Quizás prestemos oído a algunas cosas que ellos digan, pero si nos dejamos conducir por el Espíritu Santo, huiremos lejos de “los extraños”.

Algunas veces tomamos el versículo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21) y lo usamos como pretexto para escuchar cualquiera voz. Pero no debemos examinar todas las enseñanzas del mundo. Si leemos este pasaje en su contexto, se trata aquí, de “profecías”. En nuestras reuniones, no debemos nunca apagar la acción del Espíritu por medio de una crítica negativa menospreciando las profecías (v. 19-20). Por otro lado, somos exhortados a no aceptar sin reserva todo lo que se dice, sino a examinar todo y retener lo bueno. De esta manera, podremos apropiarnos de la bendición que nos da la Palabra de Dios. No debemos, pues, examinar cuantas cosas sean posibles, sino huir lejos de las voces extrañas a la sana doctrina.

Hoy, más que nunca, doctrinas peligrosas se presentan de una manera atractiva. El enemigo sabe muy bien que una bella vitrina llama la atención de muchos curiosos y que bellos razonamientos, hábilmente elaborados, llaman la atención de oyentes y lectores. A menudo, la curiosidad nos atrae, y puede ser también el deseo de ir con alguien que esté bien informado y que tenga un horizonte más amplio. Pero, conocemos muchas cosas de este mundo que sería mejor no conocer. No tengamos, pues, temor de ir con gente ignorante. La Palabra de Dios nos dice que debemos ocupar nuestra mente en lo que es justo y bueno y huir de voces extrañas.

Muchos libros, incluso religiosos, esconden, bajo un bello título, un veneno. No cedamos, pues, al secreto deseo de examinarlos ya que el Señor nos dice que huyamos. No huir sería, entonces, una prueba de confianza en nosotros mismos. Y si no juzgamos esta actitud, ella nos conducirá a tristes experiencias. ¡Cuántos han sido seducidos y se han desviado de la verdad!

El hecho de oír “la voz de los extraños” es ya un mal síntoma, e indica que la vida espiritual no está desarrollada como debería estarlo. Este hecho se ilustra mediante el siguiente ejemplo: Un día, en Oriente, un viajero llegó a un lugar donde los pastores daban de beber a sus rebaños. En ese momento había tres pastores, y sus rebaños estaban mezclados en el borde del agua. Observando esta escena, el viajero se preguntaba cómo los pastores podían reagrupar a sus propias ovejas. Cuando las bestias habían aplacado su sed, uno de los pastores tomó su vara y gritó: «¡Mehn-ah!» (que significa: sígueme). De repente, sus ovejas se separaron de las otras y le siguieron. Luego, el segundo pastor hizo lo mismo, y sus ovejas se pusieron en marcha y le siguieron. Viendo esto, el viajero preguntó al tercer pastor si podía llamar a las ovejas, para ver si lo seguirían a él, un extraño. El pastor, después de sacudir su cabeza, le dijo: «Inténtelo si quiere». Entonces el viajero, tomando la manta del pastor, se colocó el turbante de este sobre su cabeza y tomó su cayado en su mano. Y cuando, así vestido, gritó: «¡Mehn-ah!» las ovejas permanecieron quietas en su lugar. Solo algunas parecían mirarlo con sorpresa. Pero ninguna le siguió. «¿No siguen nunca a otro pastor?», preguntó el viajero. «A veces sí, pero solo cuando están enfermas».

¡Qué advertencia para nosotros en estas palabras del pastor oriental! Cuando nuestra alma está en buen estado, no seguimos a ningún otro que no sea el Buen Pastor.

Alguien dirá: «Me intereso en muchas cosas a fin de instruirme, pero jamás seguiré a un pastor extraño. Conozco la verdad y estoy determinado a permanecer firme». Pero no pensemos que una voluntad firme es suficiente. No somos capaces de guardarnos a nosotros mismos, ya que cuando viene la prueba, nuestra debilidad se hace manifiesta. Nuestro Pastor nos advierte, pues, escuchemos su voz. He ahí la seguridad. Él nos conoce perfectamente y sabe a qué peligros estamos expuestos. Por eso desea que huyamos lejos de cualquier otro pastor y que le sigamos solamente a él, ya que, cuando escuchamos su voz, somos guardados del mal.

Pero, para eso, necesitamos conocer su voz. Procuremos, pues, leer la Palabra de Dios. Leámosla con oración y beneficiémonos de la ayuda de aquellos que la presentan con fidelidad, ya sea en forma escrita u oral. Si de verdad queremos honrar al Señor Jesús, examinemos nuestros caminos y preguntémonos: «¿Qué escucho? ¿Qué leo? ¿Me satisfacen el Señor y su Palabra?». Si seguimos al Buen Pastor con sencillez de corazón, si prestamos atención a su voz y huimos lejos del extraño, estaremos seguros. Entonces, experimentaremos la certeza de esta palabra del Señor: “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Y, en medio de los peligros y dificultades del camino, avanzaremos hacia la meta en una dichosa comunión con el Señor.

  • 1Notemos de paso que la huida de José ha sido falsamente representada, y se la ha utilizado para acusarle. Sin embargo, él no hizo nada para defenderse, sino que dejó a Dios el cuidado de intervenir a su favor, cuando a él bien le pareciera. Nuestras huidas pueden también ser mal interpretadas. Si esto es así, encomendemos todo a Dios.