Pregunta
En Lucas 12 se encuentra una expresión del Señor Jesús cuyo significado no es fácil de comprender: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (v. 50). Si por “bautismo” el Señor hace alusión a su muerte, ¿es necesario deducir que el pensamiento de la muerte lo atormentaba? ¿Tenía miedo a la muerte?
Respuesta
Al emplear el término “bautismo”, en efecto el Señor quiere hablar de su muerte en la cruz. Lo confirma un pasaje del evangelio de Marcos: “¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” (10:38). Manifiestamente, esperaba de sus discípulos una respuesta negativa a esta pregunta. Esto muestra que hablaba de su muerte expiatoria en la cruz y del camino en el que ellos no podían seguirle. A la pregunta del Señor, ellos responden con mucha ligereza: “Podemos”, y Jesús les concede: “Del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados”. Sin embargo, en lo que concierne a ellos, restringe ciertamente el sentido de “vaso” y “bautismo”. Pero en el caso de ellos también el “bautismo” significa muerte, una muerte de mártir. En el caso del Señor, había aún más: su muerte era el sacrificio para la expiación de nuestros pecados. Su bautismo en el Jordán había sido una imagen de ello (Mateo 3:13-17).
Cuando meditamos en lo que fueron los sufrimientos de nuestro Salvador anticipando lo que iba a encontrar en la cruz, es importante observar la mayor reverencia y prudencia. De hecho, solo podemos captar muy poco de ello. Sin embargo, es cierto que esos dolores por anticipación llegaron a su punto culminante en Getsemaní. Y si bien el Señor nos es mostrado allí “en la agonía del combate” (Lucas 22:44, versión J.N.D.), sin embargo no luchó con el diablo ni con la muerte (o el miedo a la muerte). Veía ante sí la copa de la ira de Dios contra el pecado. El hecho de que debiera vaciar ese vaso en la cruz del Gólgota, y que Dios lo desampararía allí bajo su juicio, suscitaba la indecible angustia de su alma. No era el miedo a la muerte.
No obstante, cuando el Señor Jesús dice que se angustia hasta que su bautismo se cumpla, quiere hablar de otra cosa. Mientras la obra de la redención no haya sido cumplida, no podía dar enteramente libre curso a su amor hacia los hombres. Su amor debía ser retenido, por decirlo así, en su corazón porque la cuestión del pecado no estaba todavía resuelta. El pecado todavía estaba presente entre los hombres y Dios. Por el perfecto sacrificio de Jesucristo, Dios fue justificado y satisfecho en sus santas exigencias respecto al pecado. Y solo después de ese sacrificio su amor pudo derramarse libremente sobre los hombres. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).
Por cierto, el Señor Jesús manifestó en su vida el amor maravilloso y la gracia de Dios, de tal manera que pudo decir: “Pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:24). Pero toda la medida y extensión del amor de Dios no podía difundirse antes de la cruz. Todavía era la época de las promesas y las alusiones a las bendiciones venideras.
De ahí que el Señor dijera a sus discípulos poco antes de su muerte: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan16:12-13). Esto, por otro lado, aclara la razón por la cual se angustiaba: los discípulos mismos, mientras el Señor vivía todavía en la tierra, no estaban en condiciones de captar las comunicaciones importantes de Su corazón. Pero cuando el Espíritu Santo viniera —como consecuencia de una redención cumplida— los guiaría a toda la verdad. Sí, él mismo, el Hijo del Padre, les anunciaría claramente las cosas de su Padre (Juan 16:25), y ya no sería necesario hablarles por alegorías.
¡Maravilloso amor! El hecho mismo de que el Señor se haya angustiado antes de su muerte, muestra la grandeza divina y el poder de su amor.