“Como pastor apacentará su rebaño;
en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará;
pastoreará (conducirá, V.M.) suavemente a las recién paridas.”
(Isaías 40:11)
La imagen del pastor y de sus ovejas es utilizada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Esta palabra siempre remite nuestros pensamientos hacia nuestro Señor y Salvador. Dijo: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:14). No dice un buen pastor, sino el buen pastor. Nadie puede comparársele, él es único. Lo es en su amor de pastor y en sus cuidados. En el pasado dio su vida por nosotros, y en el presente se ocupa de cuidarnos cada día.
El versículo citado en el encabezado, así como numerosos versículos del Antiguo Testamento que mencionan al pastor, está directamente relacionado con el pueblo de Israel. Sin embargo, podemos hacer una aplicación para nosotros. Lo que será una realidad para Israel en el milenio, puede alegrar nuestros corazones hoy mismo.
¿Cuál es la enseñanza práctica de este versículo para nosotros?
- El rebaño es su rebaño. Las ovejas son sus ovejas. Nosotros le pertenecemos. Él nos adquirió mediante sus sufrimientos y su muerte en la cruz. Pagó un precio inmenso por nosotros, el precio de su propia vida. No olvidemos nunca esto. Por eso somos “de gran estima” a sus ojos (Isaías 43:4). Aquello que estimamos lo protegemos. Por esto nuestro pastor cuida de nosotros.
- El pastor apacienta su rebaño. Es lo que caracteriza a un pastor. Se ocupa de dar a sus ovejas el pasto y alimento apropiados. El profeta Ezequiel habla de “buenos pastos” y de “pastos suculentos” (34:14). Nuestro Pastor se complace en dar. Da abundantemente. Da lo que es bueno para nosotros, lo mejor. El alimento espiritual es absolutamente necesario para nuestra vida nueva. Si como ovejas nos falta alimento espiritual, esto no es a causa de nuestro Pastor sino de nosotros mismos. Aprendamos de María quien se sentaba a los pies de Jesús y lo escuchaba. En su amor por el Señor, había escogido “la buena parte” (Lucas 10:42).
- Un rebaño está compuesto por animales diferentes. Nuestro versículo menciona los corderos y las ovejas con crías. Los corderos necesitan una atención particular de parte del pastor. Y las ovejas más grandes, que alimentan a sus crías y cuidan de ellas, también necesitan atenciones particulares. Es una imagen de lo que también es una realidad en el pueblo de Dios. Los jóvenes y los mayores forman parte de la misma familia, incluso cuando necesitan cuidados diferentes. Sucede así en nuestros hogares, y en nuestra vida colectiva de hijos de Dios. El enemigo se esfuerza en dispersar. Quiere separar a los jóvenes de los mayores. El Pastor, por el contrario, reúne a su pueblo alrededor de sí.
- El Pastor tiene brazos poderosos en los cuales lleva a sus corderos. Entre los hombres, un padre puede llevar a un niñito durante un trayecto más o menos largo, pero se cansa. Sus fuerzas se debilitan. El buen Pastor nunca se cansa. Nunca le faltan las fuerzas. El lugar en sus brazos nos habla de seguridad y protección. Nuestro Pastor nos lleva todos los días, pero particularmente en los días difíciles. La promesa que nos da aquí es especialmente para los jóvenes del rebaño. Pero también es para todos. Las ovejas de más edad necesitan también ese lugar en sus brazos.
- El Pastor no solo lleva los corderos en sus brazos, los lleva en su seno, es decir sobre su pecho, cerca de su corazón. Es el lugar donde sentimos su amor y su proximidad. Nos hace pensar en Juan quien, en una noche memorable, estaba “recostado cerca del pecho de Jesús” (Juan 13:2. Ese discípulo tenía una conciencia particular del amor de su Señor. En esa cercanía con él sentimos, por así decirlo, los latidos de su corazón. Allí comprendemos cuánto nos ama. En el pasaje de Isaías 40 esa promesa es para los corderos en particular. Cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, tomó a los niños en sus brazos. Recordemos siempre que no solo los creyentes experimentados sino también los niños y los recién convertidos tienen este lugar en su seno.
- Finalmente, el Pastor conduce. Aquí se trata especialmente de las ovejas a las que conduce suavemente, aunque en otros pasajes lo vemos conduciendo a todo su rebaño. Él va delante de ellas mostrándoles el camino (véase Juan 10:4). Cuando el Señor Jesús estaba con sus discípulos en la tierra, iba delante de ellos y ellos lo seguían. Debe ser lo mismo hoy. El Señor Jesús va también delante de nosotros. Nos indica el buen camino. Nos dejó un modelo para que sigamos sus huellas. No nos conduce de una manera rigurosa sino de una manera segura y suave. Cuando lo seguimos no nos perdemos.
¡Qué privilegio tener este Pastor cuidando de nosotros!