1. ¿Qué significa?
La idea de una resurrección general conjunta de los justos y de los injustos, muy propagada incluso antes del cristianismo, no está de acuerdo con la Sagrada Escritura. Por la respuesta que Marta, la hermana de Lázaro, dio a Jesús, se ve que ella compartía tal pensamiento con la mayor parte de los judíos de su época: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Juan 11:24). No comprendía que Jesús, siendo él mismo “la resurrección y la vida” (v. 25), ejercía sobre los cuerpos de los muertos y de los vivos una autoridad directa en relación con esta verdad que anunciaba. Igualmente, en Marcos 9:10, los discípulos, aunque como judíos ortodoxos no dudan de la resurrección de los muertos de una manera general, no comprenden en absoluto la expresión que emplea el Señor: “la resurrección de entre los muertos” (Lucas 20:35); pues ella implica que algunos resuciten y otros permanezcan durmiendo todavía en el sepulcro. Y aunque el Señor, en su doctrina, distinguió claramente entre la “resurrección de vida” para los justos y la “resurrección de condenación” para los injustos (Juan 5:29), no fue sino después de su propia resurrección que los discípulos, enseñados por el Espíritu Santo, comprendieron la trascendencia de la resurrección de Cristo para aquellos que le pertenecen por fe en la virtud de su sangre.
Que debe haber una “resurrección de los muertos” es una doctrina fundamental, siempre considerada por los fieles de todas las épocas (véase Job 19:25-27; Hebreos 6:2, y la respuesta del Señor en Marcos 12:26-27). Pero la resurrección de entre los muertos es enseñada sólo en el Nuevo Testamento, por el Señor y por sus apóstoles. Por su propia resurrección, después de haber sido sometido a los sufrimientos, Cristo fue el primero en anunciar la luz a los judíos y a las naciones, y ha sido el ejemplo de lo que está reservado a todo aquel que cree en él. En efecto, va a cumplir su palabra en cuanto al que cree en él: “Yo... lo resucite en el día postrero” (Juan 6:39-40; Hechos 26:23; 2 Corintios 4:14; 1 Tesalonicenses 4:14) acordando al apóstol Pablo la gracia de desarrollar esa doctrina en lo que concierne a los creyentes.
Para éstos hay una resurrección de entre los muertos, también llamada “resurrección de vida” o “primera resurrección”. Las primicias de esta resurrección, es Cristo; le seguirán a continuación los que son de él, “en su venida” (1 Corintios 15:20-23). El pasaje citado de Apocalipsis 20:4-6, nos hace asistir al último acto de esta “primera resurrección”. ¡Bienaventurados y santos, en efecto, son los que tienen parte en ella! Los otros muertos no volverán a vivir hasta la conclusión del reino del Mesías, que durará mil años. Entonces tendrá lugar la segunda resurrección, la de “los muertos”, y el juicio de ellos. Aquellos que estén incluidos en esa segunda resurrección sólo tendrán “la muerte segunda” como porción terrible y eterna (Apocalipsis 20:11-15).
2. ¿Cuándo será cumplida?
Si examinamos atentamente las Sagradas Escrituras, advertiremos que la “primera resurrección” precede a la segunda resurrección, que es la de los “injustos” (Hechos 24:15) o, según Juan 5:29, la “resurrección de condenación”; pero no sabríamos limitarla en una época precisa, al menos según nuestra manera de contar el tiempo, aunque sí podemos decir, de una manera general, que será consumada antes del reino milenial de Cristo. Eso es claro, según el capítulo 20 de Apocalipsis. Queremos repetir, en esta ocasión, que la primera resurrección es una “resurrección de entre los muertos”, es decir una resurrección de algunos solamente (los creyentes), mientras que los otros (los malos) quedan todavía en los sepulcros. Es una de las doctrinas distintivas del cristianismo; dio lugar a las reflexiones de los discípulos cuando el Señor les habló por primera vez de ese tema al bajar del monte de la transfiguración (Marcos 9:10; V.M.). No comprendían entonces qué era aquello de cuando resucitase de entre los muertos.
El Señor Jesús es él mismo las “primicias” de esta resurrección (1 Corintios 15:20); así, pues, todos aquellos que son de él serán resucitados. Con esta añadidura: “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (v. 23). La expresión “su venida” es indefinida y general; el apóstol no entra aquí en los detalles que nos son dados en 1 Tesalonicenses 4. De hecho, el principio de Apocalipsis 20 y otros pasajes nos muestran que habrá más de una clase de personas que estarán comprendidas en la “primera resurrección”. Estarán los santos del Antiguo Testamento, tales como Abraham, Isaac y Jacob (Mateo 8:11; 22:31-32), los creyentes que pertenecen a la actual dispensación y que forman la “Iglesia” (Efesios 5:27; Filipenses 3:20-21; Colosenses 3:3-4, etc.); pero también estarán aquellos cuyas almas son vistas “bajo el altar”, cuando el Cordero “abrió el quinto sello” y a los cuales “se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis 6:9-11); además, al final, estarán los “hermanos” de éstos, los que deben ser muertos durante el reino de “la bestia” y del anticristo y que no habrán adorado a la bestia ni a su imagen (Apocalipsis 13:15; 20:4).
Estas dos últimas clases están indicadas en Apocalipsis 20:4, después de ser nombrados aquellos que ya están sentados sobre “tronos”, los que sin duda están representados de una manera general por los “ancianos” del capítulo 4. Pero, leyendo las Sagradas Escrituras no podemos sino quedar sorprendidos por el hecho de que el Espíritu de Dios evita hacer un sistema de profecía presentado juntos, en un solo y mismo relato, los diversos actos del advenimiento del Señor. Seguramente, pues, la sabiduría consistirá en “no pensar más de lo que está escrito” (1 Corintios 4:6), ni precisar lo que las Sagradas Escrituras no precisan. Porque ningún pasaje de la Santa Palabra de Dios da lugar a creer que las diferentes clases arriba mencionadas serán resucitadas al mismo tiempo; al contrario, las dos últimas clases no lo serán, ciertamente, sino una vez que las precedentes ya estén “sentadas en los tronos”.