Hijo unigénito y primogénito

Cuando consideramos las glorias del Señor Jesús, nos encontramos con los dos títulos particulares de “unigénito” y “primogénito”.

El Hijo unigénito

El Nuevo Testamento contiene la expresión Hijo unigénito” cinco veces, y esto siempre está en los escritos de Juan: cuatro veces en el evangelio (1:14, 18; 3:16, 18) y una vez en la primera epístola (4:9). Esto es muy comprensible, ya que este apóstol presenta al Señor sobre todo como el Hijo de Dios. El título de “Hijo unigénito” evoca su divinidad eterna, mientras que el de “primogénito” evoca su preeminencia sobre toda creación (Colosenses 1:15).

La expresión “Hijo unigénito” destaca la unicidad de su persona como Hijo de Dios. Como Hijo unigénito, solo es él y no se le puede comparar con ningún otro. Por tanto, es una gloria personal del Señor Jesús que no puede relacionarse con ningún ser creado.

El primogénito

Como primogénito, en cambio, se considera al Señor Jesús en relación con todos los seres creados (Colosenses 1:15), es decir, con los hombres. Entró en esta relación por el hecho de que, a su debido tiempo, se convirtió en un verdadero hombre, sin ser él mismo una criatura. ¡El Hijo eterno se hizo hombre para que los hombres pudieran convertirse en hijos de Dios! Entre ellos es en un sentido especial el primogénito, pues son sus hermanos y sus coherederos: “Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17). Por lo tanto, es “el primogénito entre muchos hermanos” (v. 29). Aquí su gloria brilla en relación con muchos otros “hijos”, y tenemos el privilegio de ser uno de ellos. Su título de primogénito enfatiza aún más el lado oficial de su gloria, mientras que su gloria como Hijo unigénito es independiente de toda la creación.

El título de primogénito designa una posición y no un orden cronológico. Esto se evidencia claramente en el Salmo 89. Allí dice en cuanto a David, el menor de los hijos de Isaí: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra” (v. 27). ¡El privilegio del primogénito excede con mucho lo que se le atribuye ordinariamente, cuando encuentra su plena expresión en el hombre perfecto!

El privilegio de ser lo más elevado, que se expresa al presentar al Señor Jesús como el primogénito, también se menciona en cinco pasajes del Nuevo Testamento, en varios contextos. Los consideraremos en detalle un poco más adelante.

Hijo unigénito y primogénito apareciendo juntos

En cada una de las dos expresiones resplandece algo de la gloria de Cristo, ya sea como Dios o como hombre. Y más aún cuando aparecen juntos en el mismo pasaje de la Escritura. Esto es lo que encontramos en el profeta Zacarías: “Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10).

La unión de la divinidad y la humanidad en una sola persona se destaca particularmente en el evangelio de Juan. Es notable que esto sea así en este libro de la Escritura que presenta al Señor como el Hijo de Dios. Hay un equilibrio perfecto en la manifestación de Dios y del hombre en una sola persona.

Demos algunos ejemplos. Ya en el primer capítulo encontramos conjuntamente estos dos caracteres del Señor. El Verbo, que desde el principio es Dios mismo, es hecho carne y así revela, como hombre, la gloria del Unigénito del Padre (1:1, 14). En el capítulo 3, el Señor habla de sí mismo como del Hijo del Hombre (v. 13-14), e inmediatamente después, como el unigénito Hijo de Dios (v. 18). Asimismo, en el capítulo 5 (v. 27, 25).

En el capítulo 11, ante la tumba de Lázaro, el Señor se manifiesta como el Hijo del Padre, el único que puede dar vida (v. 27 y 41). Y en el capítulo 12, como el Hijo del Hombre a punto de dejar su propia vida, se presenta como el grano de trigo que caerá en la tierra y morirá para llevar mucho fruto (v. 23-24). El Salvador, como Hijo del Hombre, pone su vida (10:17) y, como Hijo de Dios, da vida eterna (17:1-2). El buen Pastor su vida da por las ovejas (10:11) y les da vida eterna (v. 28).

¡Magnífico equilibrio de la presentación de Su persona, como Hijo unigénito y primogénito, como Dios y como hombre, en todo el evangelio de Juan!

Cinco veces “el primogénito”

Este título de gloria del Señor Jesús se encuentra en cinco pasajes del Nuevo Testamento, pero solo una vez en los escritos de Juan (Apocalipsis 1:5). En estos cinco pasajes vemos la preeminencia del Señor Jesús como hombre en cinco aspectos diferentes.

  1. Es “el primogénito de toda creación” (Colosenses 1:15). Aquí su preeminencia tiene que ver con todas las cosas creadas, terrenales y celestiales, que salieron de sus manos. El Creador mismo ocupa, como hombre, el lugar más elevado en relación con toda su creación.
  2. y 3. Las dos expresiones “primogénito de los muertos” (Apocalipsis 1: 5) y “primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1:18) parecen muy similares; sin embargo, difieren notablemente entre sí. Como “primogénito de los muertos”, Cristo tiene precedencia sobre todos los que han pasado por la muerte. Terminada su obra, nuestro Salvador permaneció en la muerte hasta el tercer día. Él puede decir: “Estuve muerto” (Apocalipsis 1:18). Sin embargo, el que estaba muerto también vivió (2:8). Y como “primogénito de entre los muertos”, también tiene precedencia sobre todos los que serán resucitados de entre los muertos. En este sentido, sabemos que inclusive es, por orden cronológico, las “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20). Con su resurrección de entre los muertos, inaugura la primera resurrección.

  3. Su grandeza como primogénito es particularmente evidente en que nació, murió y resucitó como hombre. Esto se evidencia en los títulos de “primogénito de toda creación”, “primogénito de los muertos” y “primogénito de entre los muertos”. Por esto, ¡qué humillación tuvo que sufrir el Hijo del Hombre!
    Agreguemos un comentario adicional sobre los dos pasajes de Colosenses 1:15 y 18. Como “primogénito de toda creación” tiene el lugar más alto en la creación y, por lo tanto, es cabeza sobre todas las cosas (compárese con Efesios 1:22). Como “primogénito de entre los muertos”, se convirtió en la cabeza del cuerpo, es decir, de la Iglesia. Estos dos caracteres del Señor Jesús como primogénito —en relación con toda la creación y la Iglesia— se encuentran unidos en Colosenses 1 y forman la base para el resto de este capítulo. Aquí encontramos la reconciliación realizada por Cristo con todas las cosas de la creación (v. 20), luego para los creyentes (v. 21-22). Asimismo, el ministerio del apóstol Pablo se relaciona con toda la creación, así como con la Iglesia. Es un ministro del Evangelio predicado en toda la creación (v. 23) y un ministro de la Iglesia (v. 24-25).
  4. Luego encontramos: “Cuando introduce al Primogénito en el mundo” (Hebreos 1:6), un pasaje que evoca la entrada del Mesías en su glorioso reino. En el Milenio, tendrá el dominio supremo y ocupará visiblemente el lugar más alto de la tierra, el del primogénito. El Padre mismo le dará este honor.
  5. Recordemos para terminar el pasaje en el que nos detuvimos al principio. Jesús también es llamado: “El primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). ¡Pensamiento conmovedor! Somos, por así decirlo, el marco que resalta la gloria de nuestro Salvador.

¡Qué abundancia de gloria aparece ante nosotros cuando permitimos que estas verdades de la Palabra de Dios actúen en nuestros corazones! ¡Sí, nuestro Salvador es infinitamente grande!

M. Wölfinger