A primera vista, no es edificante tratar un tal tema. Sin embargo, la Biblia presenta al diablo como un ser que realmente existe y siempre se opone a Cristo y a los suyos. Por eso no podemos simplemente dejarlo de lado.
“El diablo peca desde el principio” (1 Juan 3:8). Es “el príncipe de este mundo” y “el dios de este siglo” (Juan 12:31; 2 Corintios 4:4). Es poderoso, incluso aunque no sea todopoderoso. Desde su nacimiento, todo ser humano está en el ámbito donde tiene lugar la dominación de Satanás. Aquellos que aceptaron al Señor Jesús como su Salvador fueron “librados de la potestad de las tinieblas, y trasladados al reino” del amado Hijo del Padre (Colosenses 1:13). Han dejado el dominio de Satanás, caracterizado por las tinieblas, y ahora están en el dominio de Cristo, caracterizado por la luz (Hechos 26:18). Este cambio es inmenso y, para todos los que están ahora del lado de Cristo, es un motivo diario de gratitud y alegría.
Sin embargo, incluso si el diablo ya no domina a los creyentes, él es y sigue siendo su enemigo. Es el gran adversario de Cristo y hace todo lo posible para dañar a los que lo han aceptado en sus vidas. Tiene dos aliados terribles: la carne en nosotros y el mundo que nos rodea.
Hemos sido arrebatados del poder del diablo. Sin embargo, siempre está en contra de nosotros y trata de hacernos daño. Es nuestro adversario (1 Pedro 5:8). La historia de Job pone de relieve esto, y muchos otros pasajes de la Biblia revelan su actividad contra los creyentes (por ejemplo, Zacarías 3:1 y 1 Crónicas 21:1). Satanás puede incluso llenar el corazón de uno de ellos (Hechos 5:3). Sus astucias son múltiples y diversas, y se nos insta a resistir de sus asechanzas (Efesios 6:11). Por eso es útil para nosotros conocer sus caracteres. Así que consideremos algunas de las advertencias que Dios nos da en su Palabra acerca de cómo Satanás actúa.
- La mentira: El diablo es el gran mentiroso, y se le llama “padre de mentira” (Juan 8:44). Ya lo vemos en Génesis 3, cuando entró por primera vez en escena, en el huerto del Edén. Todas las actividades del diablo están marcadas por mentiras. Todo lo que dice, o trata de hacer creer, es algo que no es la verdad. Deforma los hechos, o los niega.
- El engaño: Esto está estrechamente ligado a la mentira. Satanás siempre procura engañar a los hombres. Se presenta “como ángel de luz” y envía a sus mensajeros que “se disfrazan como ministros de justicia” (2 Corintios 11:14-15). El mayor engaño de Satanás aún no ha llegado, cuando “se manifestará aquel inicuo” —el anticristo— “cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:8-9). Pero el principio ya está activo hoy.
- La deformación de la verdad: Esto también está estrechamente ligado a las mentiras. Satanás es astuto para alterar la Palabra de Dios, adaptarla a sus planes y luego hacernos creer que este es el pensamiento de Dios. Así es como consiguió derribar a Eva (Génesis 3:1). Incluso en la tentación del Señor Jesús en el desierto, trató de alcanzar su meta usando una cita del Antiguo Testamento, por supuesto sin éxito (Lucas 4:10-11).
- La imitación de lo que es divino: Satanás procura imitar lo que es divino para confundirnos y desestabilizarnos. Llevó a los hechiceros de Egipto para imitar los milagros de Moisés (Éxodo 7:22). En el campo donde se siembra la buena semilla, siembra cizaña que se parece al grano bueno. Así, trabaja para corromper la siega (Mateo 13:25, 39). Para conocer en qué las imitaciones difieren de la verdad, necesitamos discernimiento espiritual.
- La seducción: Satanás siempre tratará de inducir a los creyentes al mal y a la independencia de Dios. Jesús dijo a uno de sus discípulos: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lucas 22:31). Conoce nuestras debilidades y sabe cómo derribarnos, por ejemplo: seducción moral (1 Corintios 7:5). En esta área, el diablo a menudo ha ganado victorias porque no hemos estado lo suficientemente vigilantes. El apóstol Juan nos advierte seriamente contra “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16).
- Neutralizar el efecto de la Palabra: Uno de los esfuerzos constantes de Satanás es procurar eliminar el efecto de la Palabra de Dios en nuestros corazones, de modo que no haya fruto para Dios en nuestra vida. Si no permanecemos vigilantes y no aceptamos esta Palabra, arrebata la semilla que Dios siembra en nuestro corazón cuando la leemos o escuchamos (Mateo 13:19).
- Los obstáculos a la obra de Dios: Pablo y sus colaboradores tuvieron que experimentar los esfuerzos de Satanás para oponerse a la obra del Señor. Dios puede permitir que Satanás la obstaculice, o incluso la impida. Si bien las intenciones de los misioneros eran buenas y sus motivos eran correctos, Satanás les impidió ir a Tesalónica, y esto sucedió dos veces (1 Tesalonicenses 2:18). Por lo tanto, debemos contar con el hecho de que Satanás, aún hoy, está haciendo todo lo posible para impedir que se haga la obra del Señor.
- La persecución: La Biblia nos presenta al diablo no solo como aquel que ataca de una manera sutil y oculta, sino también como “león rugiente” que busca a quien devorar (1 Pedro 5:8). Fue bajo este carácter que los creyentes en Esmirna trataron con él: el diablo iba a echar a algunos de ellos en la cárcel (Apocalipsis 2:10). El gran número de mártires en la historia de la Iglesia evidencia tristemente esta actividad.
- El sufrimiento: La historia de Job nos cuenta cómo Satanás ataca directamente a un creyente infligiendo un gran sufrimiento corporal sobre él. Pablo también ha experimentado tales ataques, ya que habla de un mensajero de Satanás que le abofeteaba (2 Corintios 12:7). Pero recordemos que el diablo no puede hacer nada si Dios no se lo permite. Dios está por encima de todas las cosas. Esto también está muy claro en la historia de Job. Es Dios quien determina la intensidad y la duración de la prueba (1 Corintios 10:13; 1 Pedro 1:7).
Hablando de Satanás, Pablo escribió a los corintios: “No ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11). Es muy importante tener en cuenta esto, y que sepamos con qué enemigo estamos tratando. Es una necesidad conocer sus intenciones y métodos, para no subestimar el peligro que representan para nosotros.
Para concluir este tema negativo con algo positivo, mencionemos dos hechos alentadores.
- Satanás es un enemigo derrotado. “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). “Por medio de la muerte”, el Señor Jesús destruyó “al que tenía el imperio de la muerte” (Hebreos 2:14). La obra de Cristo en la cruz fue el triunfo sobre Satanás y todas las huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12): “Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).
- Esta victoria en la cruz pronto será visible. Pablo escribe a los romanos: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Romanos 16:20). El diablo será atado y arrojado al abismo. Después de esto será desatado por un poco de tiempo (Apocalipsis 20:2-3), y luego “lanzado en el lago de fuego y azufre” por la eternidad (v. 7, 10).