Un siervo previamente elegido
“He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías.”
(1 Reyes 13:2)
«Cuando la hora llega, llega el hombre». Este antiguo proverbio irlandés sigue siendo cierto. Esto se ha comprobado a lo largo de la historia del mundo para bien o para mal. Del mismo modo hay momentos donde Dios levanta a un hombre para cumplir una obra importante en un momento crítico. Es lo que podemos ver en este relato bíblico del Antiguo Testamento y más adelante en la historia de la Iglesia.
Un hombre de Dios profetizó que Dios prepararía a un descendiente de David para destruir el altar idólatra de Jeroboam y quemar sobre él los huesos de los falsos sacerdotes. Esta profecía precisaba hasta el nombre de quien lo cumpliría: ¡un hombre llamado Josías! Y en efecto, 300 años después, todo sucedió exactamente como el hombre de Dios lo había anunciado (2 Reyes 22:16-17; 23:4-16).
En el Nuevo Testamento vemos lo mismo. Pablo dice a los gálatas que Dios le había apartado desde el vientre de su madre. Pero al crecer, fue formado como un hebreo erudito y vino a ser perseguidor de la Iglesia hasta que Dios le llamó por su gracia (Gálatas 1:15). Aún antes de su nacimiento el ojo de Dios estaba sobre él porque era “un instrumento” que el Señor había “escogido” (Hechos 9:15). Se dijo también respecto al profeta Jeremías que fue santificado y establecido profeta incluso antes de nacer (Jeremías 1:5).
Hacia 1700, el inglés George Whitefield comenzó a predicar en los campos y campiñas inglesas, en una época en la cual la predicación al aire libre era desconocida e incluso considerada como un sacrilegio. ¡Sin embargo, una gran multitud de personas acudieron a Cristo a lo largo del conocido Gran Despertar! Resulta sorprendente que su apellido fuera Whitefield (campo blanco) cuando consideramos lo que dijo el Señor Jesús: “Mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Su apellido anticipaba su vocación. En verdad, Dios conoce a sus siervos antes de llamarlos. Esto nos alienta.
Un reformador
“De ocho años era Josías cuando comenzó a reinar…
Este hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en los caminos de David su padre,
sin apartarse a la derecha ni a la izquierda.”
(2 Crónicas 34:1-2)
El rey Josías fue uno de los reyes más piadosos de la historia del pueblo judío. Desde muy joven él mostró que estaba decidido a servir al Dios vivo. A sus 16 años, “comenzó a buscar al Dios de David su padre”; a los 20 años “comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos”; y a los 26 años comenzó a “reparar la casa de Jehová su Dios” (2 Crónicas 34:3, 8). En verdad Josías era un instrumento escogido por Dios. Una profecía había predicho su venida, llamándolo aun por su nombre, aproximadamente 300 años antes de su nacimiento (1 Reyes 13:2).
Josías no solamente purificó a Judá e Israel de la idolatría, restableció la Pascua y reparó el templo, sino que también se aseguró de que el pueblo tomara posición sobre estas cosas (2 Crónicas 34:31-33). Fue una reforma extraordinaria si tenemos en cuenta cuán bajo habían caído en la idolatría numerosos reyes de Judá e Israel. Lamentablemente, este despertar sería el último de la historia de Judá. Los babilonios llegarían y sitiarían Jerusalén algunos años después de la muerte de Josías.
Podemos sacar de esto muchas enseñanzas. Hace unos 200 años, Dios, en su gracia, despertó y utilizó a hombres para avivar considerablemente a la Iglesia. Él se sirvió de estos instrumentos particularmente dotados, a igual como lo había hecho con Josías, para reintroducir en la Iglesia, después de años de negligencia, la Cena del Señor en la simplicidad del Nuevo Testamento. Las enseñanzas de Pablo presentando lo que es la Iglesia para el Señor, y su venida para tomarla a sí mismo, fueron halladas de nuevo. Para nosotros, como en el tiempo de Josías, Babilonia (imagen de la cristiandad apóstata que abandonó la fe) está muy cerca (Apocalipsis 17:3-6) y los brotes de este abandono ya son visibles. ¿Queremos seguir manteniendo estas verdades, vivirlas y enseñarlas?