Hacer justicia y juicio

Proverbios 21:3

Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio” (Proverbios 21:3).

Un texto de Génesis 18 ya nos muestra cuán preciosas son estas cualidades a los ojos de Dios. La relación de intimidad que Dios tuvo con Abraham y las comunicaciones que le iba a hacer sobre el juicio de Sodoma y Gomorra se basaban en esto: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio” (v. 19).

De David, el varón conforme al corazón de Dios, se nos dice: “David administraba justicia y equidad a todo su pueblo” (2 Samuel 8:15). Y de Salomón, la reina de Sabá dio testimonio: “Porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia” (1 Reyes 10:9). El reinado de David, y especialmente el de Salomón, prefiguraban el reinado milenario del Señor Jesús. Jeremías anunció acerca de Él: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jeremías 23:5; véase también 33:15).

La Palabra de Dios llama así nuestra atención sobre la importancia de ser justos en nuestro comportamiento con todos aquellos con los que nos encontramos a diario, dando a cada uno lo que le corresponde. Y dado que tenemos juicios que hacer, es esencial para nuestro testimonio cristiano que sean justos, sin favoritismo y equilibrados.

Dios había enfatizado estos caracteres entre su pueblo Israel antes de que entraran en la tierra prometida. Debían establecer “jueces y oficiales” los cuales “juzgarán al pueblo con justo juicio” (Deuteronomio 16:18). El mandato de Dios fue: “No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Jehová tu Dios te da” (Deuteronomio 16:19-20). Estas cualidades corresponden a la naturaleza misma de Dios.

¿Cuáles son las instrucciones prácticas para nosotros que derivan de estas enseñanzas del Antiguo Testamento?

Pensemos primero en nuestra vida de pareja y de familia. ¿Estamos practicando allí lo que es justo y correcto? ¿Le estoy dando a mi cónyuge el tiempo y la atención que merece? ¿O me queda tan poco tiempo después de mi actividad profesional que lo dedico a satisfacer mis intereses personales? ¿Sabemos expresar un juicio justo cuando surge una disputa entre nuestros hijos? ¿Tenemos el mismo afecto por todos nuestros hijos? ¿O tenemos ciertas preferencias, como Isaac y Rebeca? (Génesis 25:28). La historia de esta familia, con las tristes consecuencias de las preferencias de los padres, está ahí para instruirnos (cap. 27).

¿Y en cuanto a nuestra vida de iglesia? ¿En qué medida nuestra apreciación de las cosas, cuando surgen dificultades, está influenciada por las relaciones familiares y por las amistades (incluso las justas) que existen entre nosotros? Surgió un desacuerdo entre Pablo y Bernabé con respecto a Juan, llamado Marcos, que era sobrino de Bernabé (véase Hechos 15:37-41). Las relaciones familiares pueden oscurecer la vista de los hermanos e influir negativamente en las decisiones de la iglesia.

Para algunos de nosotros, la vida profesional nos sitúa frente a decisiones a tomar concernientes a una persona u otra. ¿Somos conocidos como aquellos que siempre actúan con justicia y rectitud? Está en juego nuestro testimonio cristiano ante nuestros colaboradores.