La Palabra de Dios se presenta como una espada en dos pasajes del Nuevo Testamento: en Hebreos 4, como una espada de dos filos, y en Efesios 6, como la espada del Espíritu.
La espada de dos filos
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
El “porque” al comienzo del versículo lo vincula a la exhortación y advertencia del versículo anterior. Para entrar en el reposo de Dios y ser guardados de caer en la desobediencia, debemos tener cuidado de la Palabra de Dios y obedecerla. Aquí se le asigna una serie de atributos a esta Palabra. Con gran insistencia, muestran el poder que esta puede tener en un alma. Paso a paso, van de lo general a lo más personal. ¡Manera notable de presentar las cosas!
Primeramente, la Palabra de Dios es viva. Viene del Dios viviente y tiene el carácter de su fuente. Pedro habla de la “palabra de Dios que vive y permanece para siempre” como el medio por el cual Dios nos ha regenerado (1 Pedro 1:23). Esto significa que la Palabra despliega un poder vivo. Produce vida, y hoy es la misma que cuando vino a nosotros por la voluntad de Dios.
Se dice a continuación que la Palabra es eficaz. Significa que está activa, ejerce su influencia sobre el alma y produce efectos, los resultados para los cuales ha sido dada. “Así será mi palabra que sale de mi boca” —dijo Dios por el profeta, hablando de la lluvia que baja del cielo— “no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la envié” (Isaías 55:11).
La expresión “más cortante que toda espada de dos filos” llama nuestra atención sobre el poder penetrante de esta espada. Con los dos filos, la penetración aumenta. Esto hace resaltar su eficacia.
Por lo tanto, esta espada llega “hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos”. Cuando “el alma” y “el espíritu” se mencionan uno al lado del otro, no puede ser otra cosa que las dos partes invisibles del hombre (véase 1 Tesalonicenses 5:23). El alma es la parte sensible, asiento de los sentimientos, así como de la personalidad y la responsabilidad. El espíritu, al contrario, es la esfera de discernimiento en el ser humano —el elemento más elevado que el Creador nos ha dado—. “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” (1 Corintios 2:11).
No es raro que el espíritu del creyente sea demasiado sumiso, e incluso dominado, por el alma, lo que puede perturbar el discernimiento. Entonces, es particularmente útil que la espada de dos filos penetre en la unión del alma y del espíritu y ponga las cosas en su lugar. El cristiano fiel apreciará esta penetración de su ser interior por la Palabra de Dios, a pesar de las humillaciones que están vinculadas a ella. Así, la Palabra divina “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Ella es quien examina nuestro ser interior de una manera completa.
La espada del Espíritu
En Efesios 6, el apóstol Pablo habla de la lucha cristiana y de la armadura que debemos llevar. Esta lucha no es contra el hombre —“sangre y carne”— sino “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (v. 12). Satanás y sus ángeles buscan continuamente arrebatarnos el gozo de nuestras bendiciones en Cristo y la comunión con Dios. Para resistir los ataques sutiles del diablo, los medios humanos, tales como la lógica, la perspicacia, la fuerza de carácter o la inteligencia, son absolutamente inútiles. Podemos encontrar fuerza solo “en el Señor y en el poder de su fuerza” (v. 10). Saldremos victoriosos en esta lucha solo si nos hemos revestido de la “armadura completa” que Dios pone a nuestra disposición.
Esta armadura de Dios se compone de seis piezas (v. 14-17). “La espada del Espíritu”, la única arma ofensiva en esta lista, es mencionada al final. “Tomad... la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (v. 17). Para poder manejar esta espada de la manera correcta contra el diablo, el combatiente primero debe estar en un buen estado espiritual. De lo contrario, la espada se convertirá para él en un arma sin empuñadura, y se lastimará a sí mismo. ¿Cómo podríamos, por ejemplo, usar con éxito la Palabra de Dios contra el enemigo sin rectitud (el cinturón de la verdad), sin una buena conciencia (la coraza de justicia), sin la confianza en el amor de Dios (el escudo de la fe) y sin la seguridad de la salvación (el yelmo de la salvación)? Si el cristiano no está dichoso y consiente de estar delante de Dios y de pertenecerle, no tendrá nada para resistir a Satanás cuando venga a tentarlo. Por eso el escudo y el yelmo van delante de la espada.
Esta arma ofensiva también se usa para la defensa, ya que solo podemos hacer huir al enemigo por medio de ella. Se llama “la espada del Espíritu”. El Espíritu de Dios en nosotros es el único que puede dirigir correctamente la espada. ¿No hemos experimentado muchas veces que el Espíritu nos dio el pasaje bíblico conveniente en el momento correcto cuando fuimos atormentados y tentados? Por lo tanto, no confiemos en nosotros mismos y en nuestro conocimiento bíblico, sino en el Espíritu Santo que mora en nosotros. Evidentemente, también debemos conocer la Palabra para usarla. Pero necesitamos la ayuda del Espíritu para hacer un uso apropiado de ella.
“Tomad... la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Eso es lo que nos falta aprender. Solo la Palabra de Dios usada en el poder del Espíritu puede vencer al adversario. La palabra griega usada aquí no evoca la Palabra de Dios en su conjunto, sino las palabras particulares sacadas de la Palabra escrita. En cada circunstancia en la que debemos empuñar la espada, necesitamos la palabra precisa, que sale de la boca de Dios, la cual solo puede ser dada por el Espíritu de manera apropiada.
Tenemos el ejemplo perfecto de nuestro Señor. Cuando fue tentado por el diablo en el desierto, siempre le respondió por la Palabra de Dios (Matero 4:1-10). Tres veces le dijo: “Escrito está”, y citó una palabra apropiada a la situación. En la primera tentación, él respondió con una cita de Deuteronomio 8: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
La Palabra de Dios, en Efesios 6, designa entonces una palabra precisa que el Espíritu Santo nos proporciona en nuestra lucha contra el enemigo. Y es precisamente el hecho de que sale de la boca de Dios lo que la hace la espada del Espíritu, lo que puede vencer al adversario de Dios y de los hombres. Esto es muy apropiado para animarnos y darnos confianza. Sin embargo, tengamos siempre cuidado de usar las palabras de Dios tal como las formuló. Cualquier modificación debilita su fuerza y elimina el filo de la espada.
La Palabra de Dios es un arma poderosa que el Señor ha puesto en nuestras manos. Sin embargo, solo si permanecemos firmes en el poder del Espíritu podremos usarla como corresponde, y resistir las innumerables tentaciones de Satanás y vencer al malvado para que huya de nosotros (Santiago 4:7). ¡Que el Señor nos ayude en esto!