La vida de Jacob, un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, pero mencionado como testigo de fe (Hebreos 11:21), está llena de instrucciones morales. Objeto de la elección divina, Jacob es la figura del pueblo de Israel, heredero de las promesas para la tierra; mientras que su padre Isaac es una figura de Cristo, heredero celestial, unido a la Iglesia como su esposa.
Jacob vivió 147 años (Génesis 47:28). Su vida se divide naturalmente en cuatro períodos. El primero, relativamente largo, sucedió en la casa paterna. Luego huyó a Harán, y allí formó su familia. Después regresó a la tierra de los patriarcas y posteriormente se unió a José en Egipto, donde terminó su vida. Estos cuatro períodos y los límites entre ellos sugieren nueve temas de meditación:
- El nacimiento de Jacob
- Jacob en la casa paterna
- Bet-el
- Jacob en el exilio en Harán
- Peniel
- Jacob vuelve a la tierra de Canaán
- El descenso a Egipto
- Jacob en Egipto
- El fin de la vida de Jacob
1) El nacimiento de Jacob
Desde antes de su nacimiento, Dios revela a su madre Rebeca que Jacob era un objeto de elección, llamado a dominar sobre su hermano gemelo Esaú, el hijo mayor: “El mayor servirá al menor” (Génesis 25:23; Romanos 9:10-12). De hecho, desde su nacimiento, Jacob (cuyo nombre significa “el que suplanta”), tiene la mano asida al talón de su hermano, como un signo de dominación. A pesar de las muchas tristezas que traerá sobre él la disciplina divina, Jacob será un hombre de fe, que posee la vida de Dios, mientras que su hermano Esaú se revelará como un profano, completamente extraño a las cosas divinas, para terminar como un desechado (Hebreos 12:16-17).
2) Jacob en la casa paterna
a) La familia de Isaac
Los dos hermanos crecen juntos en la casa de su padre. Jacob es un pastor (el que cuida las vidas de otros), mientras que Esaú es un cazador (el que toma la vida, como Nimrod; Génesis 10:8-9). Su padre Isaac, sensible a los placeres de comer carne de caza (Génesis 25:28), tiene una preferencia por Esaú, mientras que Rebeca ama a Jacob, en quien ella percibe el reflejo de su propio carácter. La triste imagen del espíritu de parcialidad en esta familia debería motivar a los padres cristianos a no hacer diferencias afectivas entre sus hijos.
¡Qué contraste entre la conducta actual de Isaac y Rebeca, y la refrescante escena de su primer encuentro en el pozo del Viviente-que-me-ve (Génesis 24:62-67), una de las imágenes más hermosas de Cristo presentándose a su Iglesia (Efesios 5:25-27)!
b) La primogenitura
Jacob propone a Esaú que le venda su primogenitura por un guisado de lentejas (Génesis 25:29-34). Menospreciando los dones divinos, su hermano se muestra de acuerdo, manifestando así que es un profano. Sin embargo, la conducta de Jacob tampoco es excusable. No debemos anticipar a Dios ni ayudarlo en el cumplimiento de sus propósitos para nosotros.
c) La bendición de Esaú tomada por Jacob
Pensando que su fin se acercaba, Isaac pide a Esaú que le prepare un sabroso guisado con su cacería, prometiendo bendecirlo en esa ocasión. Rebeca incita a Jacob a engañar a su padre, a fin de robarle la bendición a su hermano (Génesis 27:6-10). Una iniciativa tanto más lamentable, ya que Rebeca había tenido la revelación de Dios mismo acerca de sus pensamientos para con Jacob. ¿No podía Dios guiar a Isaac, a pesar de él mismo, para cumplir sus propósitos? Sin embargo, es por la fe que Isaac bendijo a sus dos hijos respecto a cosas venideras (Hebreos 11:20).
Esaú, a pesar de sus lágrimas, no muestra un verdadero arrepentimiento (Hebreos 12:17), sino que además, luego, aborrece a su hermano con un odio mortal (Génesis 27:38, 41). Este odio se transmitirá a los descendientes de Esaú contra el pueblo de Israel. Dios culpa a Edom por ello en la profecía de Abdías, e incluso declara por Malaquías catorce siglos después que aborreció a Esaú (Malaquías 1:2-3). ¡Triste es la historia y terrible el final de este pueblo de Edom!
En cuanto a Jacob, un hombre de fe, tendrá que segar lo que sembró (Gálatas 6:7), bajo la disciplina justa de un Dios que le ama (Proverbios 3:12). A partir de entonces, Isaac y Rebeca ya no se mencionan, y no parece que Rebeca volviera a ver a su hijo Jacob: ¡Silencio solemne de las Escrituras!
3) Bet-el
Rebeca recomienda a Jacob que huya para salvar su vida, y lo envía para Harán, a sus parientes. Isaac confirma esta partida al entregar a su hijo al cuidado del Dios omnipotente (Génesis 27:43-44; 28:1-5). Solitario en el largo camino del exilio, Jacob se detiene en Luz para pasar la noche. Allí, Dios se le revela en un sueño. Una escalera une el cielo a la tierra; no solo ángeles suben y descienden, sino que Jehová mismo está en lo alto de ella (v. 10-22). Más tarde, el cielo se abrirá sobre Cristo, el Hijo del Hombre servido por los ángeles (Juan 1:51). Dios hace promesas a Jacob con respecto a su descendencia terrenal (“será… como el polvo de la tierra”, v. 14), y anuncia una bendición que se extenderá a todas las naciones de la tierra durante el período del milenio.
Además, Dios le promete a Jacob su cuidado: nunca lo abandonará, y ciertamente volverá a traerlo a su tierra (Génesis 28:15). El nombre de aquel lugar, Luz, se convierte entonces en Bet-el, esto es, casa de Dios. Despertado de su sueño, Jacob levanta una señal de piedra y la unge con aceite. Es lamentable que su carácter natural lo impulse a proponer a Dios un acuerdo con condiciones (v. 20-22), mientras que las promesas se le aseguraron sin ninguna condición; fueron fundadas solamente en la fidelidad de Dios.
El sol se pone sobre Jacob en Bet-el, y el día se levantará sobre él (moralmente) solo en Peniel, después de veinte años de duras pruebas. Al regresar de Harán, Jacob se encontrará con los ángeles nuevamente (Génesis 32:1-2) como un testimonio del cuidado de Dios.
Bet-el conservará por mucho tiempo su valor para el pueblo de Israel. Este lugar será una de las etapas de Elías, en compañía de Eliseo, en su último viaje antes de subir al cielo. Pero Bet-el perderá todo el valor moral para Israel durante el tiempo de los profetas: “No busquéis a Bet-el... será desechada; y no profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey, y capital del reino” (Amós 5:4-5; 7:12-13).
4) Jacob en el exilio en Harán
En Harán, Jacob se encuentra con Raquel, quien lo lleva a su padre Labán, el arameo, hermano de Rebeca (el tío de Jacob). Jacob sirve siete años por Raquel, a quien amaba profundamente, pero Labán lo engaña y le da como esposa a su hermana mayor, Lea; Jacob sirve entonces otros siete años para Raquel (véase Oseas 12:12), y finalmente otros seis años más (Génesis 31:38-41). Proféticamente, Jacob y sus dos mujeres hablan de Cristo y la esposa terrenal, mientras que Isaac y Rebeca son la figura de la unión de Cristo y su esposa celestial, la Iglesia.
Durante este tiempo de duras pruebas, Jacob se enfrenta con alguien más astuto que él. Sin embargo, aumenta muchísimo sus bienes materiales (30:43), mientras que su familia se forma; Lea, Raquel y sus dos siervas le dan 11 hijos. José (cuyo nombre significa: Él añade), el primer hijo de Raquel, nació al final de este período, mientras que su segundo hijo, Benjamín, nacerá en el camino de regreso. Estos dos hijos de Raquel, (la cual es imagen del pueblo de Israel), son dos figuras maravillosas de Cristo.
El nacimiento de José despierta en Jacob el deseo de regresar a su país (30:25); al final de su exilio, Dios, el Dios de Bet-el, también se lo ordena (31:3, 13). Allí vemos, proféticamente, a Dios hacer volver a la tierra prometida a su pueblo terrenal disperso (Jeremías 16:14-15). Jacob obedece rápidamente, pero deja a su suegro con engaño nuevamente, Raquel incluso se atreve a robar los ídolos de su padre, (Génesis 31:19-20). Sin embargo, es hermoso ver cómo Dios advierte a Labán que no toque a Jacob, su elegido, objeto de sus cuidados, a pesar de su conducta deplorable (31:24, 29). Finalmente, Labán y Jacob (con su familia) se separan en Mizpa, otro lugar lleno de significado para Israel (Jegar Sahaduta para Labán y Galaad para Jacob) (v. 47).
5) Peniel
En el camino de regreso, Jacob está lleno de temor ante la idea de encontrarse con Esaú, cuyos sentimientos hacia él ahora no conoce. Por lo tanto, desarrolla una estrategia complicada para protegerse de una posible venganza por parte de su hermano. Incluso anunciará su intención de ir a Seir, el lugar de residencia de Esaú, cuando en realidad no tiene deseos de hacer este viaje.
Dios iba a allanar todo, no sin que Jacob se encontrara cara a cara con él antes, en esta extraordinaria y maravillosa escena del vado de Jaboc (Génesis 32:22-32). Hasta entonces, Dios había protegido a Jacob, para que nadie lo tocara. Pero ahora el mismo Dios lo va a tocar; estando solo, Jacob lucha con el ángel hasta que raya el alba. Dios entonces toca el encaje de su muslo para hacer que ceda. Pero Jacob desea una bendición, que Dios le da. Su nombre de Jacob (el que suplanta) es cambiado a Israel (el que lucha con Dios). Aunque Dios aún no le revela su nombre propio, Jacob todavía puede declarar: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (32:30). El nombre de Peniel (el rostro de Dios) marca el recuerdo de este momento memorable, mientras el sol se levantaba sobre el patriarca. Ahora es un hombre cojo, pero su vida va a ser cambiada. ¡Qué llamamiento para cada uno de nosotros a estar siempre en la presencia de Dios, o a regresar a ella rápidamente si hemos permitido que se estableciera una distancia entre nuestra alma y él!
El profeta Oseas resume de manera admirable la vida de Jacob hasta ese momento: “En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel. Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros” (Oseas 12:3-4).