2. Los caracteres de Josías
Antes de la descripción detallada de la obra de reforma de este rey, Dios nos muestra tres grandes rasgos que caracterizaron toda su vida (2 Crónicas 34:2):
- hizo lo recto ante los ojos de Dios,
- anduvo en los caminos de David su padre,
- no se apartó a la derecha ni a la izquierda.
¿Qué lecciones podemos sacar de todo esto?
Una vida de justicia práctica
Josías hizo lo recto a los ojos de Dios. Era consciente de que Dios veía todos sus hechos y gestos, y se esforzó por agradarle. Esta característica está en contraste con lo que leemos en dos ocasiones en el libro de los Jueces: “Cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25).
¿En qué tiempo vivimos? Si consideramos con realismo la evolución de la cristiandad, no nos será difícil reconocer que la mayoría de los hombres que se dicen cristianos viven según su propia voluntad. La voluntad de Dios parece fastidiosa y generalmente ya no se respeta. Ya no se tiene en cuenta lo que dice la Palabra de Dios, o se hacen los arreglos necesarios para acomodarla finalmente a nuestra propia voluntad. ¿Cómo explicaríamos entonces, por ejemplo, que, con la Biblia en la mano, haya quienes aceptan la homosexualidad como una inclinación dada por Dios, y que se celebren aun en la iglesia matrimonios de personas del mismo sexo?
Pero no queremos dejar que nuestros pensamientos vaguen libremente ni buscar ejemplos extremos. Tanto a usted como a mí se nos plantea la siguiente cuestión: ¿Estamos dispuestos a buscar la voluntad de Dios para nuestra propia vida? ¿Estamos dispuestos a hacer lo recto ante los ojos de nuestro Señor? En el lenguaje del Nuevo Testamento, una vida de justicia práctica pone las apreciaciones personales de acuerdo con los pensamientos de Dios. Esta cuestión alude directamente a nuestra vida cotidiana, personal o en común. ¿Cuáles son los ámbitos de mi vida, de mi familia, en los cuales prefiero obrar según mi propia voluntad sin necesidad de buscar la voluntad de Dios? ¿La voluntad de Dios me estorba? ¿Hay comportamientos que no quisiera modificar, porque me acostumbré demasiado a ellos?
Esta cuestión se presenta también en nuestra vida colectiva, como iglesia local. ¿Estamos dispuestos a hacer lo recto ante los ojos del Señor, o quizá hemos suscrito a principios que corresponden a nuestra voluntad y a nuestras propias concepciones? A menudo el desvío del rumbo divino comienza aparentemente por cosas insignificantes. Por eso queremos aprender de Josías a buscar en todas las cosas la voluntad de Dios y también a obrar de acuerdo con ella.
Una vida que sigue las huellas de los que nos precedieron
Josías siguió las huellas de su antepasado David. Este era un hombre según el corazón de Dios. ¿Estuvo su vida exenta de faltas? Muy al contrario. La Palabra de Dios nos muestra los lados fuertes de este hombre, sin disimular por eso sus debilidades. Lo que caracterizó a David, el hombre según el corazón de Dios, es el hecho de que, por la confesión, siempre encontró el camino que lo llevó de nuevo a su Dios. Josías tomó ejemplo de David, al encontrar en él algo que valía la pena imitar.
¿No conocemos nosotros también hombres y mujeres que podemos tomar como modelos, hombres y mujeres espirituales que quizá ya no viven desde hace tiempo, pero que han dejado huellas benditas tras ellos? No se trata aquí de seguir a hombres y aceptar ciegamente todo lo que dijeron, escribieron o hicieron. Cada generación escribe su propia historia. Cada generación vive en un contexto diferente. Cada generación tiene sus propias experiencias. Pero también debemos apropiarnos de este conocido principio: «Lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo». No podemos vivir de la fe de nuestros predecesores, pero sí podemos beneficiarnos y aprender de ella. El Nuevo Testamento mismo nos exhorta: “Acordaos de vuestros pastores (o «conductores», según la versión francesa de J.N. Darby), que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (Hebreos 13:7). No es, pues, cuestión de «venerar» a esos pastores o conductores (aunque sí debemos estimarlos y especialmente sacar mucho provecho de sus escritos), ni de copiarlos, sino que se trata de ver lo que la gracia de Dios produjo en ellos. Eso es precisamente lo que podemos y debemos tomar como modelo.
Una vida equilibrada
Josías es el único hombre de Dios del Antiguo Testamento de quien se da testimonio de no haberse apartado a la derecha ni a la izquierda. ¿Era un hombre que asumía compromisos inválidos, que buscaba siempre el término medio, que no quería desconcertar a nadie, sino contentar a todos? Su historia demuestra todo lo contrario. Josías no buscó compromisos fáciles, ni mantenerse en un término medio. Puso orden de manera radical, y eso no siempre agradó a todo el mundo. El hecho de que no se haya apartado a la derecha ni a la izquierda nos muestra que era un hombre equilibrado y mesurado. Consecuente en la aplicación de la Palabra de Dios en su vida, evitaba al mismo tiempo toda clase de extremismo.
Notemos que no se nos dice expresamente de qué no se apartó a la derecha ni a la izquierda. Pero sabemos que Dios había exhortado varias veces a su pueblo a no apartarse a diestra ni a siniestra de sus mandamientos (Deuteronomio 5:32; 17:11, 20; 28:14). Para nosotros se trata de no apartarnos de la Palabra de Dios, sino de aplicarla de una manera clara y decidida en nuestra vida. Apartarnos de ella puede significar que quitemos algo del mensaje de la Palabra de Dios, o que le añadamos alguna cosa. Esos dos peligros, ¿no son hoy particularmente de actualidad? ¿No tendemos rápidamente a caer en un extremo o en el otro? Si relativizamos la Palabra de Dios, declarando que algunas partes que se relacionan con nuestra vida práctica no son válidas, corremos el peligro de ser indiferentes y tolerantes en cuanto al mal, y de desembocar en una falsa libertad. Si añadimos algo a la Palabra de Dios, nos volvemos legalistas. Liberalismo y legalismo son a menudo dos polos opuestos. ¡Cuán fácilmente podemos inclinarnos hacia uno u otro lado, y procurar además arrastrar a hermanos y hermanas con nosotros!
El apóstol Pablo llama la atención de los creyentes de Galacia contra estos dos extremos. Estaban en peligro de alejarse de la verdadera libertad, y eso en las dos direcciones descritas más arriba. El apóstol les advierte ante todo a no ponerse bajo un yugo de esclavitud, a no dejarse esclavizar. Esto había ocurrido entre los gálatas porque habían ido más allá de lo que Dios les decía, y finalmente era legalismo (Gálatas 5:1). Pero luego el apóstol les muestra el peligro opuesto. Tampoco debían utilizar su libertad cristiana como una ocasión para la carne (5:13). Obrar así tiene como consecuencia quitar alguna cosa de la Palabra de Dios y hacer a uno indiferente y superficial.
En una época en que las divergencias de opinión abundan cada vez más, ¿no necesitamos hermanos y hermanas equilibrados y moderados? ¿No queremos, nosotros también, ser de aquellos que siguen su camino, andando “por en medio de sendas de juicio”? (Proverbios 8:20). El extremismo, cualquiera que fuere, no es de Dios. Lo que necesitamos es aplicar decididamente toda la Palabra de Dios en todos los ámbitos de nuestra vida. Alguien dijo una vez a este respecto, de manera muy apropiada: «Debemos estar abiertos a todo lo que viene de Dios, y cerrados a todo lo que no viene de él».