Capítulo 2 Rut la espigadora
“Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón
de ella, ni espigarás tu tierra segada. Y no rebuscarás tu viña,
ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás.”
(Levítico 19:9-10)
Si el primer capítulo del libro de Rut nos describe la gracia que salva, el segundo nos presenta la gracia que sustenta. La gracia de Dios no sólo nos trae la salvación, sino a continuación nos enseña a vivir sobria, justa y piadosamente en este siglo (Tito 2:11-12). En la medida que nos dejemos instruir por la gracia haremos progresos espirituales. Este capítulo 2 ilustra de una manera muy atractiva este crecimiento en la gracia o progreso espiritual.
Para el joven convertido, es una verdadera ben-dición comenzar bien su carrera cristiana al cortar definitivamente los lazos con el mundo y comprometiéndose en el sendero de la fe con el pueblo de Dios. Pero, un buen comienzo no es suficiente. Si deseamos mantenernos en el camino de la fe, debemos crecer en la gracia. Como lo dice el apóstol Pedro, si los cristianos quieren gozar en abundancia de la gracia y de la paz, y de “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad”, queriendo huir de “la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”, sólo les será posible mediante “el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús” (2 Pedro 1:2-4). Por eso concluye su epístola exhortando a los creyentes a crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
Los creyentes en Corinto, después de haber comenzado bien, se mostraron lentos en hacer progresos espirituales. La mundanalidad y la sabiduría de este mundo fueron un obstáculo para ellos. Los gálatas también tuvieron un buen principio, ya que el apóstol reconoce que corrían bien; pero debe preguntarles: “¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” (Gálatas 5:7). Una vez que cayeron bajo el dominio de falsos maestros, fueron ganados por el legalismo. Igualmente hoy, muchos parecen empezar bien y prometen venir a ser cristianos consagrados, pero a continuación no hay progresos espirituales en sus vidas. No crecen en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ceden a las atracciones del mundo y se vuelven mundanos, o caen bajo la influencia de falsos maestros y vienen a ser legalistas.
El crecimiento en la gracia
Esta porción de la historia de Rut va a hacernos descubrir el secreto del crecimiento en la gracia. Rut nos es presentada con insistencia como espigadora. En el versículo 2, la oímos decir a Noemí: “Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas...”. En el versículo 7, pide al mayordomo de los segadores: “Te ruego que me dejes recoger... entre las gavillas”. En el versículo 17 leemos: “Espigó, pues...”, luego en el versículo 23: “Estuvo, pues, junto con las criadas de Booz espigando”.
Así, Rut, en este capítulo, es vista como una espigadora. ¿Pero cuál es el significado espiritual de espigar? Debemos recordar que el primer capítulo termina con estas palabras: “Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. Noemí y Rut se encontraban en medio de la abundancia. Pero la cosecha, aunque sea muy abundante, no puede satisfacer a los hambrientos si no es antes recogida. Los segadores y espigadores deben hacer su trabajo, sino morirán de hambre hasta en medio de la abundancia. Al espigar, Rut se apropia de las ricas provisiones puestas a su disposición por el señor de la cosecha, tanto para sus propias necesidades como para las de Noemí
¿No podemos decir que, en el aspecto espiritual, el espigar representa el hecho de que el creyente se apropia de las bendiciones espirituales que Dios le concedió? En la historia de Israel, Dios había dado a esta nación un derecho de propiedad absoluto del país prometido, del cual había delimitado las fronteras de manera muy precisa. No obstante, Dios había declarado también: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro” (Deuteronomio 11:24). Los israelitas debían tomar posesión de su país. Así es cómo el apóstol Pablo podía afirmar con plena confianza que los creyentes son bendecidos “con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3), pero esta certeza no le impedía orar para que el Espíritu Santo haga su trabajo en el hombre interior, a fin de que los creyentes comprendan cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de todas esas bendiciones espirituales.
En la historia de nuestras vidas, el día en que el Señor Jesús nos llamó a él, cuando supimos que nuestros pecados fueron perdonados, cuando fuimos sellados con el Espíritu Santo y hechos “aptos para participar de la herencia de los santos en luz”, ese día es para siempre maravilloso. Aunque no puede haber un crecimiento en nuestra capacidad de participar de la gloria, no obstante el apóstol desea ver en los creyentes un crecimiento “en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:12-14, 10). ¡Oh, cuán mediocres espigadores fuimos! ¡Cuán poco entramos en las riquezas insondables de Cristo!
Condiciones para crecer
¿Por qué somos espigadores tan negligentes? ¿No es cierto que el espigar requiere condiciones a las cuales no siempre estamos de acuerdo en someternos? Esto es evidente a medida que notamos las cualidades que hicieron de Rut una buena espigadora.
- En primer lugar, ella se caracterizaba por un espíritu humilde y sumiso. Dijo a Noemí: “Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas...”. Más tarde, pidió al mayordomo de los segadores de Booz: “Te ruego que me dejes recoger”. No actuaba de manera independiente frente a los que eran de mayor edad y experiencia que ella. No menospreciaba las directivas y los consejos. No tenía una voluntad indómita, que la hubiese conducido a hacer lo que le parecía bien a sus propios ojos. Pedro puede decir: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5). El Espíritu Santo asocia la sumisión y la humildad. Al hombre orgulloso no le agrada someterse. Una voluntad no quebrantada es el mayor obstáculo para crecer en la gracia.
- En segundo lugar, Rut se caracterizaba por la diligencia. Como lo leemos en el versículo 7, “entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento”. Luego en el versículo 17, “espigó, pues, en el campo hasta la noche”. ¿No observamos una gran falta de diligencia entre los creyentes para las cosas de Dios? Somos muy celosos para las cosas de este mundo, ¡pero, desgraciadamente, demasiado a menudo sólo reservamos apenas nuestros ratos libres para las cosas del Señor! ¿Estudiamos asiduamente la Palabra? ¿Somos diligentes en la oración? Podemos alegar que el estrés y las dificultades de la vida no nos dejan mucho tiempo, pero la pregunta permanece: ¿cómo utilizamos el poco de tiempo que nos queda? En Hebreos 6:12, el autor exhorta a la solicitud y agrega: “a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Si deseamos gozar de nuestra herencia, debemos ser celosos. No ha de extrañarnos que hagamos pocos progresos espirituales si encontramos el tiempo para leer los diarios y las revistas livianas del mundo, pero no tenemos tiempo de espigar en las riquezas de la Palabra de Dios.
- En tercer lugar, Rut era perseverante. No era diligente un día y perezosa el siguiente, sino que “estuvo, pues, junto con las criadas de Booz espigando, hasta que se acabó la siega de la cebada y la del trigo” (v. 23). Día tras día, fue a espigar hasta terminar las dos siegas. Los de Berea recibieron elogios especiales, no sólo por haber examinado las Escrituras, sino también por haberlo hecho cada día (Hechos 17:11). Es fácil mostrarse celoso un día, pero serlo cada día requiere perseverancia. “Cada día” es una expresión exigente que nos pone a prueba. El Señor pide a su discípulo que tome su cruz cada día (Lucas 9:23). Hacer un gran esfuerzo para cumplir un acto de renunciamiento heroico es relativamente fácil, pero perseverar tranquilamente día tras día, siguiendo a Cristo, es la prueba que hay que lograr. No es el hombre que empieza bien la carrera el que gana, sino el que persevera.
- Finalmente, leemos que Rut “desgranó lo que había recogido” (v. 17). No es suficiente espigar la cebada y el trigo, es necesario desgranarlos. Las verdades que recogemos, ya sea mediante nuestro estudio personal o por medio del ministerio de otros, deben ser también un tema de oración y de meditación para que puedan contribuir a nuestro crecimiento espiritual. La simple adquisición de una verdad no hará más que hinchar nuestra mente. Es necesario gozar de esta verdad en comunión con el Señor para que ella pueda llevarnos más lejos en el conocimiento de su Persona.
Así, para hacer progresos espirituales, se necesita cierta condición del alma, caracterizada por la sumisión, la diligencia, la perseverancia y la meditación.
Además, el estado del alma, aunque primordial, no lo es todo. La ayuda que recibimos de otros creyentes contribuye también a nuestro progreso espiritual. Esto lo vemos claramente en los distintos personajes que aparecen en este capítulo. Noemí, las criadas, los segadores, el criado mayordomo establecido sobre estos últimos y, finalmente, Booz, el hombre rico, desfilan unos tras otros delante de nuestros ojos, y siempre aparecen presentados en relación con Rut. Ayudan de diferentes maneras a la joven espigadora en su trabajo, mostrándonos en esto que Cristo utiliza distintos medios para estimular en los suyos el crecimiento espiritual en la gracia.
Consejos e instrucciones de los más experimentados
Noemí conocía a Booz desde hacía mucho tiempo; él estaba en condiciones de aconsejar e instruir a Rut. Así también ocurre hoy, hay quienes marchan desde hace mucho tiempo con Cristo; y aunque hayan podido fallar alguna vez gravemente como Noemí, no obstante la experiencia los hace aptos para dar consejos e instrucciones a los creyentes más jóvenes. Sería difícil ver en Noemí un creyente dotado para la enseñanza o la predicación; más bien vemos en ella la imagen de esas santas mujeres ancianas de las cuales nos habla Tito 2:3-5, llamadas a ser ejemplos, “maestras del bien”, y capaces de dar con amor consejos sabios “a las mujeres jóvenes”. En tales versículos, Noemí no plantea dificultad ni coloca obstáculo en el camino de Rut. Responde inmediatamente: “Ve, hija mía” (v. 2). Alienta a Rut en este feliz trabajo. Además, cuando Rut vuelve, reconoce con gozo los progresos realizados, porque leemos: “Su suegra vio lo que había recogido” (v. 18). No sólo ve sus progresos, sino que se interesa realmente en su situación, ya que se informa: “¿Dónde has espigado hoy? ¿y dónde has trabajado?” (v. 19). Finalmente, le declara quién es Booz y le aconseja afectuosamente que siga espigando. ¡Si al menos el espíritu de Noemí pudiese animar más a las hermanas de edad y conducirlas a cuidar de las más jóvenes, para animarlas, para hacerles ver sus progresos, para informarse del estado espiritual de ellas, para instruirlas en el conocimiento de Cristo y para ayudarlas con sus consejos cuando espigan!
Comunión entre los hijos de Dios
Las criadas también son de ayuda para Rut en este hermoso espigueo. Se las encuentra en los versículos 8, 21, 22 y 23. Rut espiga al lado de ellas; son sus compañeras de labor. ¿No nos hablan, en figura, de la feliz comunión entre los hijos de Dios, tan importante para el progreso espiritual?
Booz advierte a Rut: “No vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas” (v. 8). Existen otros campos y otras criadas, pero son extranjeros para Booz. Ya sea que seamos jóvenes o mayores en la fe, hacemos bien en prestar atención a la advertencia de Booz. En efecto, en el mundo hay muchos campos que atraen, y a veces pueden ofrecer una compañía muy agradable, pero los campos opulentos y la vana sociedad de este mundo no son de Cristo. Antiguamente, el mundo sólo dio una prisión a los apóstoles; y cuando fueron liberados vinieron a “los suyos” (Hechos 4:23).
Forzosamente tenemos que relacionarnos con la gente de este mundo en nuestra vida profesional o de cada día, pero no podemos gozar de una agradable comunión ni hacer progresos espirituales dentro de ese círculo. Sólo en la comunión de «los nuestros» podemos realizar tales cosas. En los primeros días del cristianismo, la comunión ininterrumpida de los creyentes resultaba de un “gran poder” y de una “abundante gracia” (Hechos 4:33). En Hebreos 10:24-25, somos exhortados a considerarnos unos a otros para “estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. La fuente del amor y de las buenas obras no está en los creyentes, pero sin duda la compañía de los creyentes estimula ese amor y esas buenas obras.
El día del juicio de este mundo se acerca, por eso hacemos bien en separarnos de él para encontrar nuestra parte bendita entre “las criadas de Booz”, es decir, entre aquellos que no se han manchado, y que han guardado sus vestiduras blancas (véase Apocalipsis 3:4-5 y 16:15). Cuanto más se acerca el día, más deberíamos acercarnos los unos a los otros.