10) Cristo es Dios y hombre al mismo tiempo. ¿Puede alguien comprender esto?
No, nadie lo puede comprender. Dios es demasiado grande, y nuestras limitadas mentes no pueden por sí solas comprender Su esencia. Sin embargo, sí podemos creer en estas verdades. “El Verbo era Dios” (Juan 1:1. En este pasaje Juan se refiere al Señor como el Verbo) y “aquel Verbo fue hecho carne” (es decir, se hizo hombre: Juan 1:14). Léase también Mateo 11:27: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre”.
11) ¿Por qué es tan importante que Cristo haya sido y sea Dios y hombre a la vez?
Primeramente, porque de lo contrario Cristo no hubiera podido cumplir la obra de la redención. Él tuvo que venir a ser hombre a fin de ser capaz de morir. Y tenía que ser Dios para cumplir la obra de redención con poder divino: “Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo (Hebreos 1:3; compárese con Colosenses 1:20). Además, debía ser Dios y hombre a la vez a fin de poder ser el mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Un mediador es alguien que puede poner sus manos sobre los hombros de las personas entre las que está mediando (véase, a manera de ilustración, Job 9:33).
Notemos que es muy importante porque concierne a la persona de Cristo. Si un maestro viene a nosotros, y no trae “la doctrina de Cristo”, debemos rechazarlo (2 Juan 9-11).
12) ¿En qué momento Cristo se hizo hombre?
Cuando nació en Belén, hace aproximadamente 2000 años (compárese con Miqueas 5:2; Lucas 2:4-7). Este punto en el tiempo es denominado por Dios mismo como la “plenitud del tiempo” (Gálatas 4:4, V.M.). El hombre había sido probado de diferentes maneras, y siempre había fracasado por completo. Entonces Dios envió a su Hijo y habló por medio de Él —o en Él—, es decir, en la persona del Hijo (Hebreos 1:1-2).
13) ¿Dejó el Señor de ser Dios cuando se hizo hombre?
No. Siempre fue, es y será Dios. Ésta es una verdad incontrovertible. Dios es eterno y no puede dejar de ser Dios (Colosenses 1:19 y 2:9).
14) ¿Dejará Cristo alguna vez de ser hombre?
No. Resucitó de entre los muertos (1 Corintios 15) y ascendió a los cielos donde ahora está como Hombre glorificado. Esto es sumamente importante, porque él es ahora nuestro Sumo Sacerdote; no uno que no sabe cómo compadecerse de nosotros, sino uno que fue y que es hombre, y que sabe lo que es ser probado y tentado como nosotros en este mundo —excepto que él no tuvo ni tiene una naturaleza pecaminosa—. Cuando Cristo aparezca con poder (compárese con las preguntas 14 y 15 del capítulo 4), seguirá siendo el Hijo del Hombre (Mateo 24:30; 26:64).
15) ¿Tenía Cristo alma, espíritu y cuerpo humanos?
Sí. Era un verdadero hombre, y el hombre está compuesto de espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23).
- En cuanto al cuerpo del Señor, está escrito: “Me preparaste cuerpo” (Hebreos 10:5), lo cual también nos habla de la plenitud de la Deidad que habita en él corporalmente (Colosenses 2:9). Además, los evangelios refieren hechos que solamente el Señor pudo experimentar por el hecho de tener un cuerpo absolutamente humano. Léase Juan 4:6.
- En relación con su espíritu, leemos: “Se estremeció en espíritu y se conmovió” (Juan 11:33). Seguramente, no se refiere al Espíritu Santo, sino al espíritu humano del Señor.
- Hallamos una mención de su alma en Juan 12:27: “Ahora está turbada mi alma”.
¡Qué hermoso es contemplar por medio de estas bellas expresiones la perfecta humanidad del Señor!
16) ¿Fue Cristo un hombre como nosotros?
Sí, excepto el pecado. Todos los descendientes de Adán (todos los hombres, mujeres y niños vivos en este momento) tienen una naturaleza pecaminosa (Romanos 5). Pero el Señor Jesús no tenía tal naturaleza pecaminosa. Fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Observemos con atención lo siguiente:
- Cristo no cometió ninguna acción pecaminosa: “El cual no hizo pecado” (1 Pedro 2:22).
- No conoció pecado: “Al que no conoció pecado” (2 Corintios 5:21).
- En él no había pecado (es decir, una naturaleza pecaminosa); por lo tanto, no podía pecar (1 Juan 3:5, compárese con v. 9).
17) Si Cristo no podía pecar, ¿cómo entonces podía ser tentado?
Los evangelios nos enseñan que Cristo fue tentado por el diablo (Marcos 1:13). Esto significa que Satanás le presentaba tentaciones, pero que en él no había nada que quisiera responder a ellas. En esto él se distinguía de todos. Todos nosotros tenemos la inclinación a responder a las tentaciones de Satanás, a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16), porque tenemos la carne, la naturaleza pecaminosa, lo cual no sucedía con Cristo. Él debía ser tentado, pero no para probar si podía pecar, sino para demostrar que no podía hacerlo.
18) ¿Fue José su padre biológico?
No. Cristo no tuvo un padre humano. El arcángel Gabriel le había dicho a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Un detalle muy interesante: el hombre que escribió este evangelio fue un médico (Colosenses 4:14).
Lo relatado en el evangelio de Mateo confirma todo esto. Cuando José se enteró de que María esperaba un niño, quiso dejarla secretamente. Pero un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo que no lo hiciera, que no tuviera temor, porque “lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (1:20). ¿Quién podría decirlo de una manera más clara?
Toda duda desaparece cuando leemos que José “no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús” (1:25; 1:19).
19) ¿Fue María su madre biológica?
Sí. La primera profecía acerca del Señor se refiere a él como “la simiente de la mujer” (Génesis 3:15). Pablo afirmaba que uno de los privilegios de los israelitas era que de ellos “son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo” (Romanos 9:5). Además, leemos en Juan 7:42: “¿No dice la Escritura que del linaje de David… ha de venir el Cristo”? Otra afirmación importante es la de Romanos 1:3, donde dice que Cristo “era del linaje de David según la carne”. Léase también 2 Timoteo 2:8.
20) ¿Tiene María un lugar especial? Y si es así, ¿cuál es?
Sí, claro que María tiene un lugar especial. Gabriel le había dicho: “Bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1:28), y Elisabet, poco tiempo después, llena del Espíritu Santo, le repite las mismas palabras (v. 42). Verdaderamente era un inmenso privilegio ser la madre natural de Jesucristo hombre.
Sin embargo, los magos habían venido del oriente a Jerusalén porque habían visto algo, según nos relata Mateo 2: “Su estrella (no la estrella de su madre) hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (no a adorar a su madre)” (v. 2). Habían sido guiados por la estrella que “iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño (no donde estaba su madre)” (v. 9). De manera muy particular, entonces dijeron que “vieron al niño con su madre María (no a la madre con el niño), y postrándose, lo adoraron (no la adoraron)” (v. 11). Léase también lo que el Señor le expresa a María en Juan 2:4 y Sus palabras en cuanto a su relación con ella en Marcos 3:31-35.
Aquellos que tienen un concepto excesivamente alto de María, harían bien en escuchar su propia advertencia: “Haced todo lo que (Jesús) os dijere” (Juan 2:5). Las palabras que el Señor le dijo a Juan, “He ahí tu madre” (Juan 19:27) y el hecho de que, a partir de esta hora, Juan la recibiera en su casa, muestra que María no tenía poderes sobrenaturales, sino que necesitaba que alguien cuidara de ella. María no habría llamado a Dios “mi Salvador” (Lucas 1:47), si hubiera nacido sin pecado y hubiera sido la madre de Dios, como algunos pretenden. Cuando una mujer le dijo al Señor que su madre era “bendita” (“Bienaventurado el vientre que te trajo…”), él le respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios…” (Lucas 11:27-28). Finalmente, en Hechos 1:14, María es mencionada como una de las mujeres que perseveraban junto a los discípulos en oración. No se le atribuye aquí ningún papel en especial.
En resumen: María ocupó un lugar muy especial, pero un lugar de privilegio, no de autoridad o poder. Elevar oraciones a María es simplemente idolatría. La adoración sólo pertenece a Dios.