Preguntas frecuentes acerca de la Biblia /9

El evangelio de la salvación, liberación del poder del pecado (2)

17) ¿Debería un creyente guardar la ley (o ciertas leyes) para asegurarse de no cometer pecados? (Romanos 7:1-6)

No. Guardar leyes o reglas no es el camino para lograr esto. Sólo es un principio carnal, porque descansa en la capacidad natural del hombre.1 Notemos que Dios sólo dio la ley de Moisés para ser cumplida a una nación, Israel. En cuanto al andar del creyente y los mandamientos que tienen que ver con él, léase la respuesta 28.

18) ¿Cómo, pues, el creyente puede vivir de una manera agradable a Dios?

Esto no se logra guardando una ley, sino ocupándose de la persona de Cristo: el resultado será que nos pareceremos más a Él y viviremos para Él cada día de nuestras vidas. Si permitimos al Espíritu Santo que nos ayude a ocuparnos de Cristo, entonces nos dará el poder para vivir de una manera agradable a Dios (véanse las respuestas 27 a 31).

19) ¿Quién es el “yo” de Romanos 7:7-25?

  • ¿Es Pablo? No. No podría ser Pablo, pues él mismo afirma: “Yo sin la ley vivía en un tiempo” (v. 9). Esto no puede ser aplicado a este apóstol, porque él era un rígido fariseo (Filipenses 3:5).
  • ¿Es un incrédulo? No, tampoco lo puede ser. La persona de Romanos 7 ya tiene la nueva naturaleza; quiere hacer lo que es bueno (Romanos 7:19), por lo cual dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (v. 22). Resulta muy claro que este deseo proviene de la nueva naturaleza, la cual Dios da en el nuevo nacimiento (Juan 3:3).
  • ¿Es un verdadero creyente? Sí, es un verdadero creyente, pero que no se encuentra en condiciones normales. La afirmación: “Yo soy carnal, vendido al pecado” (v. 14), difícilmente pueda ser la descripción de la condición habitual de un creyente.
  • ¿Quién es entonces? Es una persona que ha nacido de nuevo (véase la respuesta 20 del capítulo 2), pero que es carnal, no espiritual (1 Corintios 3:1); es alguien que descansa en sus propias fuerzas, tratando de guardar la ley, de hacer lo que es bueno con sus propios esfuerzos, por lo que fracasa de manera constante y vive absolutamente infeliz. No ha comprendido que la carne más «espiritual» o bien intencionada no deja de ser la carne. Éste no es el estado normal de un cristiano. Pero, muchos creyentes pasan por esta etapa en sus vidas hasta que aprendan a confiar no sólo en Cristo, sino también en Su obra como absolutamente suficiente para ellos; es decir, hasta que lleven a la práctica el hecho de que han sido liberados por medio de la muerte de Cristo. Un creyente puede caer o volver de nuevo a ese bajo estado espiritual varias veces en su vida.

20) ¿Cuál es el problema de este creyente?

Una y otra vez, se enfrenta a un gran dilema. En su interior se libra una batalla entre la nueva y la vieja naturaleza. Hay cosas buenas que quisiera hacer, pero que al final no hace. Luego, hay cosas malas que no desea llevar a cabo, pero cede ante ellas, volviendo a hacerlas (Romanos 7:19).

21) ¿Qué descubre este creyente? (Romanos 7:17-24)

Al menos, tres cosas. Primeramente, que todavía tiene la carne, es decir, la vieja naturaleza pecaminosa (v. 17).

Luego, que nada bueno habita en él: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (v. 18).

Por último, descubre que no puede hacer nada para librarse a sí mismo, sino que necesita que otra persona lo libere: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (v. 24).

22) El “yo” de Romanos 7 ahora entiende que no puede liberarse a sí mismo del problema. ¿De dónde puede recibir ayuda?

Hacia el final del capítulo 7, esta persona deja de buscar ayuda en sí misma y comienza a buscarla afuera. Ahora no dice «¿Cómo podré yo liberarme?», sino “¿Quién me librará…”? (Romanos 7:24).

23) ¿A qué conclusión llega el capítulo 7?

A una conclusión que presenta dos aspectos. En primer lugar, la persona ha aprendido mediante su experiencia que no puede hacer nada bueno por sí misma, que no hay nada bueno en la carne (Romanos 7:18).

Luego, comprende que hay dos naturalezas: la vieja que es irremediablemente mala, y la nueva, las cuales se oponen entre sí. Además, agradece a Dios (Romanos 7:25) porque entiende que todo lo que necesita hacer ya ha sido hecho por el Señor Jesús (v. 25 principio y 8:1). La conclusión final, entonces, la observamos en el capítulo 8:1-11 (véanse las respuestas 24 a 31).

24) ¿Puede un creyente ser condenado por Dios? (Romanos 8:1)

No, porque el creyente ahora está “en Cristo”, y, recordemos, Cristo está glorificado a la diestra de Dios. De manera que si alguien quisiera condenar a un hijo de Dios, debería poder condenar a Cristo, lo cual es ¡imposible!

25) ¿Qué significan las expresiones “la ley del Espíritu de vida” y “la ley del pecado y de la muerte”? (Romanos 8:2)

La palabra “ley” también puede significar principio. Cuando una piedra cae a tierra, este hecho deriva de una ley de la naturaleza.

La ley del Espíritu es también un principio, esencialmente implica que el Espíritu nos guía y nos lleva a ocuparnos de Cristo.

La ley del pecado también es un principio, el que principalmente se opone a Dios y lleva a la muerte. Una vez que el creyente pone toda su confianza en Cristo, que cree que su obra es suficiente y que ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (es decir, una vez que cree en el “evangelio de su salvación”, (Efesios 1:13), el Espíritu de Dios tiene libertad para obrar en él.

26) ¿Qué solución Dios ofrece para el problema del pecado? (Romanos 8:3)

Dios perdona los pecados, es decir, los hechos, pero el pecado sólo puede ser condenado. No hay otra forma que corresponde a la naturaleza de Dios que no sea condenar el pecado. La ley nada podía lograr en contra del pecado, porque ella era “débil por la carne”, es decir, el hombre no era capaz de guardarla.

27) ¿Significa esto que los creyentes pueden hacer cosas que estaban prohibidas por la ley? Si no ¿por qué? (Romanos 8:4)

No. La Palabra de Dios declara que la ley es cumplida en el creyente, pero no porque él trate de guardar la ley, sino porque camina por el Espíritu. Esto implica que ande según la voluntad de Dios, de manera que aborrece el mal.

28) ¿Qué es “andar en el Espíritu” en la práctica? (Gálatas 5:16)

El Espíritu conduce al creyente a estar ocupado con la persona del Señor (Juan 14:26; 16:13-14). En consecuencia, tal hijo de Dios estará plenamente gozoso y sentirá el deseo de ser como Cristo. Al imitar a Cristo, todas las exigencias de la ley se cumplen de manera «automática», como producidas «en serie».

Veamos un ejemplo. La ley dice: “No hurtarás” (Éxodo 20:15). Un creyente ya no está bajo la ley, pero el Espíritu mantiene al creyente cerca de Cristo, quien, siendo rico, se hizo pobre. Él ha enseñado que es más bienaventurado dar que recibir. Tal como el creyente aprende a amar a Cristo y a imitarlo, entonces busca hacer el bien a los demás. Teniendo en cuenta estas cosas, ¿cómo se le ocurriría robar? (Efesios 4:28)

Resulta tan evidente que este comportamiento es apropiado para alguien que ama al Señor, que no podríamos decir que es opcional, sino obligatorio. La obligación de actuar de una manera es la adecuada respuesta de amor al Señor. Por este motivo, el apóstol Juan señala que amar a Dios y a sus hijos implica guardar sus mandamientos (1 Juan 2:3; 3:22-24; 5:2-3). Cuando amamos a una persona, el más simple deseo de tal persona será siempre un mandamiento para aquellos que la aman.

29) ¿Anda el creyente siempre en el Espíritu?

Sería normal que lo hiciera, pero, lamentablemente, no siempre es lo que observamos en la práctica. Por lo general, el creyente es guiado por el Espíritu, no obstante, es posible que pueda contristarlo (Efesios 4:30). Esto sucede cada vez que un hijo de Dios peca, consecuencia de no haber estado ocupado con Cristo ni haber vivido bajo la mirada de su Señor, en comunión con Él.

30) ¿Cómo podemos asegurarnos de andar en el Espíritu?

Simplemente, poniendo de lado todo aquello que en nuestras vidas pueda contristar al Espíritu. Si usted ha tenido malos pensamientos, necesita confesarlos a su Señor. Si ha pronunciado una palabra mala, deberá hacer lo mismo. No espere; manténgase en comunión permanente con Dios. Si hacemos esto, el Espíritu nuevamente tendrá libertad para llevarnos a ocuparnos de Cristo y “guiarnos” en todo (Romanos 8:14). Así lograremos hacer “morir las obras de la carne” y andar en el Espíritu.

31) ¿Qué hace Dios para ayudarnos a andar en el Espíritu?

Dios envió a su Espíritu para que more en nosotros (Romanos 8:10-11). Mora en todos los creyentes (véase 1 Corintios 6:19), nos hace saber más acerca de la persona del Señor (Juan 16:14) y nos hace conscientes de que Dios es nuestro Padre (Romanos 8:15-16). Es una completa salvación: ¡hemos sido justificados de nuestros pecados, liberados del poder del pecado, y, por el Espíritu, conocemos a Dios como nuestro Padre de amor!

32) Si nuestra salvación es tan completa, ¿Por qué muchos creyentes todavía sufren en sus cuerpos y mueren? ¿No son nuestros cuerpos beneficiarios de la salvación?

Los creyentes todavía sufren porque forman parte de la creación. Pablo explica esto en el pasaje de Romanos 8:18-29. Por medio del hombre, el pecado entró en el mundo y, como consecuencia, “la creación gime”. Pero, este problema también será resuelto. Esperamos “la redención de nuestro cuerpo” (v. 23). Cuando Cristo venga, recibiremos nuevos cuerpos. Mientras tanto, tenemos esta “esperanza” y el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad (v. 26; compárese con la respuesta 11 del capítulo 2).

33) ¿Ha predestinado Dios a personas para condenación?

No. La Biblia nunca afirma tal cosa. Dios quiere que todos los hombres sean salvos (Tito 2:11; 1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Además, Dios “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). En Romanos 9:18 leemos que Dios endurece a quien Él quiere (pero sólo después de que el hombre se ha endurecido a sí mismo, tal como observamos en el ejemplo del Faraón; v. 14-17). Romanos 9:22-23 afirma claramente que Él preparó los vasos de misericordia para su gloria, pero que los vasos de ira estaban preparados para destrucción (no dice que Dios los haya preparado).

¡El maravilloso Evangelio de la salvación está al alcance de todos!

Resumen

Hay tres grandes problemas que azotan a la humanidad:

  1. Los pecados (las acciones pecaminosas).
  2. El pecado (el principio del mal, la fuente de los hechos pecaminosos).
  3. Los sufrimientos físicos.
  • El primer problema fue resuelto mediante la muerte de Cristo por nosotros (Romanos 3-5:11).
  • El segundo problema fue solucionado por medio de nuestra muerte con Cristo (Romanos 5:12- Romanos 6).
  • El tercer problema será resuelto cuando Cristo vuelva (Romanos 8:22-23).

Pero, en cada caso, ¡todo se lo debemos a Cristo!

 

  • 1Ciertas personas intentan guardar la ley a fin de alcanzar la salvación o, una vez que son salvos, como medio para obtener bendiciones y mantener las relaciones con Dios. Terminan como el hermano mayor de Lucas 15: orgulloso, alejado y sin conocer verdaderamente al Padre de amor.