12) ¿Qué es la redención?
En este contexto, implica la recuperación que una persona realiza, por medio de un pago, de algo que originalmente le pertenecía, o bien, que dicho pago se efectúe a fin de liberar a alguien. La redención tiene que ver con un precio que se debe pagar.
Bajo la ley de Moisés, las heredades debían ser rescatadas (Levítico 25:25). Si, por ejemplo, alguien se había empobrecido por cualquier motivo y había perdido algo de su posesión, entonces su pariente más cercano tenía que redimirlo a él —si había perdido su libertad personal— o sus posesiones.
Un ejemplo de esto podemos encontrarlo en el libro de Rut: Noemí había perdido todo y Booz vino a ser su redentor.
Cristo redimió a aquellos que le pertenecen (y sólo a ellos). Y para ser más específicos, el precio que pagó el Señor fue su propia sangre (1 Pedro 1:18-19), es decir, su propia vida.
13) ¿Qué es la adquisición?
En la adquisición o compra, naturalmente, también se tuvo que pagar un precio; sin embargo, ésta difiere de la redención.
La adquisición se refiere a todo el mundo, y no sólo a los creyentes. El siguiente versículo nos aclara el concepto: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató (o adquirió según el original griego) atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2:1). Estos falsos maestros habían sido “comprados” o “adquiridos”, pero, evidentemente, no habían sido redimidos (pues no creían en el Señor) y por negar al Señor atraerían sobre sí mismos destrucción repentina.
La parábola del tesoro escondido en el campo constituye una interesante ilustración de la adquisición. Todo ese campo fue adquirido (y el campo es el mundo, según Mateo 13:38, 44) por causa de dicho tesoro.
Por su muerte, Cristo obtuvo un título, un derecho sobre todo el mundo: todos fueron comprados por él (esto se agrega al título que él tiene como Creador).
14) ¿En qué momento el Señor Jesús llevó los pecados de todos los que creen en él?
En esto debemos ser muy claros: no lo hizo durante Su vida, ni tampoco en el sepulcro, ni siquiera durante las tres primeras horas en la cruz. Cristo llevó nuestros pecados durante las tres horas de tinieblas, “desde la hora sexta… hasta la hora novena” (Mateo 27:45). Durante este tiempo hubo tinieblas y silencio. El Señor no pronunció una sola palabra hasta la hora novena. En definitiva, ningún hombre es capaz de desentrañar el misterio de lo que sucedió durante este lapso de tiempo, pero al final del mismo el Señor, en alguna medida, corrió el velo al clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v. 46).
Sólo Cristo fue desamparado de Dios, y sólo lo fue durante las tres horas de tinieblas, mientras cumplía la expiación. Antes de este tiempo, él gozó siempre de la comunión con Dios. Y también después, se dirigió al Padre y encomendó su espíritu en Sus manos (Lucas 23:34, 46). Además, 1 Pedro 2:24 nos enseña claramente que fue en la cruz donde Cristo llevó nuestros pecados.
15) ¿Por qué el Señor Jesús fue desamparado de Dios?
Este hecho es completamente contrario a la experiencia y a lo que se podría esperar (Salmo 37:25). El Señor clamó: “¿Por qué me has desamparado?” Esta expresión la hallamos en el Salmo 22:1, en un contexto más amplio que nos enseña que, normalmente, aquellos que confían en Dios son liberados y no son avergonzados (v. 4-5). ¿Cómo, pues, es posible que Aquel que mostró una fidelidad perfecta haya sido desamparado de Dios? La primera respuesta es: “Pero tú eres santo” (v. 3). Mientras Cristo cargaba nuestros pecados, el Dios santo tuvo que alejarse de él, e incluso juzgarlo y “quebrantarlo” (Isaías 53:10). La segunda respuesta se halla en el Nuevo Testamento: Cristo fue hecho pecado, para que “nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
De manera que Cristo fue desamparado de Dios a causa de nuestros pecados (recordemos que él era sin pecado, véase la respuesta 16 del capítulo uno). El Señor es digno de nuestra adoración eterna por esta obra.
16) ¿Fue desamparado también por su Padre?
Las Escrituras de ninguna manera enseñan esto. Cuando se dice que fue desamparado, se refiere siempre a que lo fue de parte de Dios. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos 15:34; Salmo 22:1).
Por el contrario, al hablar de Cristo como Hijo del Padre, las Escrituras confirman que él estuvo, está y estará siempre en el seno del Padre (Juan 1:18). Por cierto, el verbo que aparece en este versículo original griego, es un participio presente (estando) en el que la noción de tiempo está ausente: “El unigénito Hijo, que está (estuvo/está/estará) en el seno del Padre”.
¿Cómo puede ser desamparado de Dios y, a la vez, estar en el seno del Padre? Sin intentar comprender cosas que están ocultas o más allá de nuestra comprensión, haremos bien si consideramos que la Biblia afirma claramente ambos hechos, y la fe los acepta.
Una simple ilustración nos ayudará a comprender mejor: pensemos en un juez ante quien se presenta su propio hijo en carácter de acusado y culpable, ¿qué sucedería? El juez declarará culpable a su hijo, pero su corazón, por ser el padre, estará siempre junto a su hijo.
17) ¿Siguió desamparado de Dios después de morir?
No. El Señor dijo “Consumado es” (Juan 19:30), y encomendó el espíritu en las manos del Padre (Lucas 23:46). Léase también la respuesta 14.
18) ¿Cómo sabemos que Dios aceptó el precio que Jesús pagó en la cruz?
Bien, pues tenemos una prueba visible y clara de esto. Dios levantó a Cristo —a quien los hombres habían clavado en la cruz— y lo resucitó de entre los muertos. Dios tomó a Cristo de las partes más bajas de la tierra y lo elevó al más alto lugar de honor, a la diestra de Dios (léase Efesios 1:19-23 y Hechos 2:24, 32; 3:15 etc.) De manera que no tenemos dudas de que Dios aceptó el precio: Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
19) ¿Se podría salvar alguien gracias a la vida recta del Señor?
No. La muerte fue necesaria. De otra manera, “el grano de trigo” hubiera quedado solo (Juan 12:24). “Sin derramamiento de sangre (es decir, sin entregar la vida) no se hace remisión” de pecados (Hebreos 9:22). Si hubiéramos podido salvarnos por medio de la vida recta de Cristo (quien guardó la ley), entonces ¿por qué tuvo que morir? “Si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21).
En este contexto, notemos el pasaje de Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Este versículo aclara que seremos salvos “por su vida”, y se refiere a:
- Personas que ya han sido reconciliadas con Dios.
- La salvación en cuanto a las dificultades de nuestro andar, lo cual nada tiene que ver con la salvación eterna.
- La vida del Señor después de su muerte, en resurrección, en el cielo, sin referirse a su vida en la tierra antes de la obra en la cruz.
20) ¿Por qué es un grave error enseñar que el creyente puede perder la salvación?
Algunas personas enseñan que un creyente es salvo, pero que si no es suficientemente fiel durante toda su vida, puede perder la salvación. Ahora bien, esto equivale a decir que necesitamos dos cosas para ser salvos: en primer lugar, la obra (es decir, la muerte) de Cristo, y, en segundo lugar, una vida «santa» y «fiel». En otras palabras, viene a ser lo mismo que decir que la obra de Cristo no fue suficiente. ¡Esto sería despreciar la inconmensurable obra de Cristo en la cruz!
Además, si la salvación dependiera de nuestra propia fidelidad, nunca podríamos llegar a tener “paz para con Dios”, ni tampoco podríamos tener la seguridad de que no pesa contra nosotros “ninguna condenación”; pero, ambas declaraciones son ciertas (Romanos 5:1 y 8:1).
21) ¿Qué es la reconciliación?
Reconciliación significa «restablecer la armonía entre». Los enemigos necesitan reconciliarse. Dios no necesitaba reconciliarse con el hombre, sino el hombre con Dios (2 Corintios 5:20). Reconciliación no es lo mismo que propiciación (véase la respuesta 7); sin embargo, ella sólo puede lograrse después que se haya efectuado la propiciación.
22) ¿Serán salvos todos los hombres al final de los tiempos?
Todas las cosas serán reconciliadas con Dios, pero no todos los hombres. Leamos en Colosenses 1:19-20: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Notemos que el versículo habla de “cosas” y no de personas. El universo entero ha sido afectado y manchado por el pecado del hombre (Romanos 8:20-21). Por lo tanto, todas las “cosas” necesitan ser (y serán) puestas otra vez en armonía con Dios; y todo esto será hecho sobre la base de la obra del Señor Jesús en la cruz: “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
23) ¿Qué es el universalismo?
Es una falsa doctrina que afirma que todas las personas serán salvas al final de los tiempos. La Biblia no enseña tal cosa, pero eso pretenden los partidarios de esta creencia, quienes hacen uso de algunos versículos y los malinterpretan (véase la respuesta 22). Además, el universalismo contradice formalmente pasajes de las Escrituras tales como Juan 3:36: “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (V.M.). Si la ira de Dios "permanece" sobre tales personas, ¿cómo podrían ser salvas al final? Leemos en las Escrituras que “todo aquel que en él cree” tiene vida eterna, y no simplemente «todo aquel» (Juan 3:16).