El cristiano y la familia /2

La vida familiar cristiana

La Palabra de Dios contiene una gran cantidad de consejos para tener una vida familiar bendecida. No solo nos instruye teóricamente, sino que nos presenta muchos ejemplos que nos facilitan llevar una vida familiar conforme a los pensamientos de Dios. Queremos dividir este tema en tres partes y tratar en primer lugar la de los abuelosen segundo lugar la de los padres y en tercer lugar la de los hijos.

1. Los abuelos

Cuando exploramos la Biblia, encontramos poco que hable directa y específicamente de los abuelos. Vemos algunos principios hermosos e importantes en la historia de Noemí en el libro de Rut. Su comportamiento hacia su nuera Rut, y también hacia Booz y su nieto, sirve para nuestra propia instrucción.

Una primera característica importante que encontramos en Noemí es la prudencia hacia su nuera. Esto es evidente, por ejemplo, en el capítulo 2:2 del libro de Rut, donde la iniciativa no procede de Noemí, sino de Rut. Noemí no manda, sino que permanece en un segundo plano y se limita a responder a los pensamientos y preguntas de Rut. Por desgracia, muchos padres no hacen caso de esto. Interfieren activamente en los asuntos familiares de sus hijos casados en lugar de permanecer en un segundo plano. Sin embargo, si los hijos vienen con preguntas, es tarea de los padres, que ahora son abuelos, aconsejarles y ayudarles.

En segundo lugar, vemos que Noemí muestra interés en lo que concierne a Rut. En el capítulo 2:19 hace preguntas con solicitud. No reprende ni critica, sino que simplemente quiere compartir la vida de su nuera.

Después de estos dos comportamientos de tipo general de Noemí, encontramos también indicaciones muy concretas de su actitud hacia Booz y Rut.

  1. Su proceder con Booz: aquí se destacan dos cosas. En el capítulo 2:20 ella habla de él con respeto y le da el honor que se merece. En el capítulo 3:18 ella demuestra que tiene plena confianza en Booz, su futuro yerno. Ambos rasgos de carácter deberían encontrarse aún hoy en los padres.
     
  2. Su actitud hacia Rut: también aquí nos gustaría señalar dos puntos concretos. En primer lugar, Noemí se gana el amor de su nuera. Esto queda claro en el capítulo 4:15. En segundo lugar, Rut es una sustituta de los hijos que habían fallecido. Con la muerte de sus dos hijos, Noemí sufrió una gran pérdida. La falta de hijos constituía un gran problema para una viuda en Israel. Rut llenó este vacío para Noemí, y por ello ocupaba un lugar especial en su corazón.
     
  3. Su proceder hacia su nieto: en el capítulo 4:16 tenemos una referencia especialmente hermosa. Noemí se preocupa por su nieto. Ella le da seguridad y amor. Esto también nos habla a nosotros. Los abuelos no tienen normalmente la tarea de criar a sus nietos. Esa es responsabilidad de los padres. Pero todos los abuelos pueden pasar tiempo con sus nietos y darles afecto y seguridad. ¡Felices los niños que están rodeados de sus abuelos de esta manera!

Llegando a este punto, una pequeña sugerencia para las madres. No leemos que Rut apartara al niño de su suegra. Fue al contrario. Dejó al pequeño con ella. Muchas madres pueden aprender algo de esto. No está bien que las madres no dejen que sus hijos se queden con los abuelos creyentes por celos. Tanto los padres como los abuelos deben ocupar el lugar que les corresponde y mostrar una actitud piadosa.

2. Los padres

Amram y Jocabed deben servirnos como ejemplo de padres que educaron a sus hijos según Dios (Éxodo 6:20). Tuvieron tres hijos, todos los cuales fueron útiles en su vida posterior entre el pueblo de Dios y sirvieron a su Dios. Encontramos a esta pareja mencionada en tres lugares más de la Biblia, a saber, en Hebreos 11:23; Hechos 7:20 y en Éxodo 2:1-10. En Hebreos 11, se hace hincapié en lo que ambos padres tienen en común, en Hechos 7, la atención se centra en el padremientras que en Éxodo 2, se hace mención especialmente de las acciones de la madre. Dividamos, pues, estos pasajes en tres partes y veamos qué instrucciones encontramos para nosotros.

a)    Los padres juntos (Hebreos 11:23)

En primer lugar, hay que señalar en general que es sumamente importante para la crianza de nuestros hijos que los padres actúen como una unidad. Nada es más perjudicial para el desarrollo de los niños que cuando notan que sus padres no están de acuerdo en ciertos puntos de su educación. Los niños lo descubren muy rápidamente porque son observadores agudos. Si han descubierto un punto débil en el padre o en la madre, podemos estar seguros de que explotarán esta debilidad. No es infrecuente que los hijos consigan incluso enfrentar a sus padres entre sí. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado de parecer uno ante nuestros hijos. Por cierto, esta es también una de las razones por las que el divorcio tiene un efecto tan catastrófico en los niños.

El breve relato de Hebreos 11:23 nos muestra tres puntos importantes. En primer lugar, habla de un peligro para los niños; en segundo lugar, de la gracia y el amor del Señor por ellos; y en tercer lugar, de la responsabilidad de los padres.

Moisés estaba en peligro. Los padres conocían la orden del faraón de matar a su hijo. El faraón es una imagen de Satanás. Como padres debemos ser conscientes de que nuestros hijos corren un gran peligro, porque Satanás, el príncipe de este mundo, los quiere para él. Cualquier medio le servirá, así que debemos tener cuidado. Sin embargo, no debemos temer a Satanás, pues el propio Señor Jesús lo venció tanto a él como al mundo. El que está de nuestro lado es más fuerte que todo lo que está del lado del mundo. El peligro está ahí, pero el Señor puede preservarnos y lo hará.

Amram y Jocabed vieron que el niño era hermoso para ellos, y también para Dios. Está claro que todos los padres encuentran hermosos a sus hijos recién nacidos; pero ¿somos también conscientes de que nuestros hijos son preciosos para Dios? Él ama a nuestros hijos y le gustaría tenerlos para Sí. En Marcos 10:13-16 vemos a nuestro Señor deseando que los pequeños estén con él y tomándolos en sus brazos. Por otra parte, este breve incidente nos muestra que había quienes se interponían en el camino de los niños y querían impedir que se acercaran al Señor Jesús. Los niños suelen estar dispuestos a venir al Señor por sí mismos; pero es un asunto grave cuando nosotros adultos nos interponemos en su camino. El propio comportamiento de los padres puede ser un gran obstáculo para que los niños encuentren su camino hacia el Señor. Recordemos que el Señor quiere a nuestros hijos para tomarlos en sus brazos, para mostrarles toda su gracia y su amor.

Los padres de Moisés también vieron su gran responsabilidad de esconder a su hijo. Egipto con el Nilo es una imagen de este mundo, y es tarea de los padres proteger a sus hijos de él. Al hacerlo, debemos ser conscientes de que, como hijos de Dios, estamos en este mundo, pero no somos de este mundo. No debemos dejar que nuestros hijos vayan a él demasiado pronto y, sobre todo, innecesariamente. Pronto llegará el momento en que la escuela y el trabajo exijan a nuestros hijos. Pero entonces tendremos la feliz seguridad de que el Padre los preservará (véase Juan 17:15). Nuestra responsabilidad, sin embargo, es no exponerlos innecesaria y voluntariamente a las influencias del mundo.

Al hacerlo, debemos ser conscientes del hecho de que una verdadera separación de este mundo puede significar el aislamiento de nuestros hijos, y esto no siempre es fácil. Por lo tanto, como padres, debemos ofrecer a nuestros hijos un sustituto adecuado y ­prestarles atención. Sin embargo, esta atención, tan importante para los niños, debe practicarse en su justa medida. Demasiada atención puede dar lugar fácilmente a que los niños sean el centro de atención, y eso tampoco es bueno. Los niños también deben poder ocupar su lugar.

b)    Los padres (Hechos 7:20)

El padre ocupa un lugar esencial en la familia cristiana. Por eso el Espíritu Santo habla de la “casa de su padre” en Hechos 7. Recibimos instrucciones detalladas sobre la conducta de los padres en Efesios 6:4, que dice: “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Tres puntos nos llaman la atención:

En primer lugarlos padres no deben provocar la ira de sus hijos. Aquí reside un peligro particular para nosotros los padres, ya que por naturaleza también nos gusta afirmar cierta pretensión de dominio sobre nuestros hijos. La relación entre padres e hijos debe caracterizarse sobre todo por el amor y la calidez. Como padres, aquí debemos tener especial cuidado de no dejarnos llevar por la carne y de no tratar a nuestros hijos de forma incontrolada. Los hijos no son el pararrayos de la ira de los padres, ni siquiera cuando estos llegan a casa cansados y fatigados por la noche. Los niños también son criaturas de Dios y como tales debemos respetarlos.

En Colosenses 3:21, se recuerda a los padres que no deben exasperar a los hijos, es decir, ser un tropiezo. Esto también entraña un peligro. Si regañamos constantemente a nuestros hijos y no pueden complacernos, es fácil que se desanimen y frustren. Además, debemos procurar ser un ejemplo para ellos con nuestro comportamiento y no un obstáculo con el que puedan tropezar.

En segundo lugar, en Efesios 6:4, se insta a los padres a criar a sus hijos. La educación cristiana significa orientar a los hijos en la dirección correcta. Esto requiere comprensión y paciencia. No se debe sobrecargar a los hijos. Los padres deben tener en cuenta la edad del niño. Debemos retar a nuestros hijos, pero al mismo tiempo tener en cuenta su crecimiento natural y espiritual.

En tercer y último lugar, Efesios 6:4 habla de “disciplina amonestación”, palabras muy mal vistas en el mundo. Por muy importante que sea orar por nuestros hijos, la oración nunca puede sustituir a la disciplina y la amonestación piadosas. Aquí, disciplina no significa principalmente castigo corporal (de hecho, los padres cristianos no deberían ser «golpeadores» habituales), sino que ella significa poner una barrera clara en el camino de los hijos cuando hacen el mal. En este sentido, la disciplina es algo negativoes decir, tiene que ver con lo que no debe ser. La amonestación (o advertencia; versión francesa J.N.D.), en cambio, es algo positivoporque ella tiene que ver con mostrar a los niños el camino correcto. La disciplina y la amonestación son principios generales con los que Dios nos educa, y deberíamos aplicar los mismos principios al educar a nuestros hijos.

Tengamos cuidado de criar a nuestros hijos para el Señor y no para este mundo. Los logros y las aspiraciones profesionales en la escuela y el trabajo no son los objetivos más importantes en la vida de nuestros hijos. Lo decisivo es que sean ganados para el Señor. 

c)     Las madres

En Éxodo 2:1-10 encontramos referencias sumamente bellas sobre la madre de Moisés.

En primer lugar, se menciona la arquilla de juncos en la que Jocabed colocó a Moisés. Ella reconoció la necesidad de entregar esta arquilla al Nilo. No podía evitar el Nilo, pero aun así protegió a su hijo del Nilo. Hoy no es diferente. Nuestros hijos están en el mundo rodeados de muchos peligros. No podemos sacar a nuestros hijos del mundo, ni podemos evitar los peligros. En este sentido, una lucha contra el mundo está condenada al fracaso desde el principio. El mundo con sus peligros permanecerá.

Sin embargo, también hay una forma de proteger a nuestros hijos. Es (por utilizar una imagen) tarea de toda madre tejer una arquilla en la que los niños estén protegidos. La arquilla en la que yacía Moisés nos recuerda el arca de Noé, que construyó para proteger a su familia del peligro inminente. En relación con 1 Pedro 3:20-22, el arca y, por tanto, también la arquilla nos recuerdan a la persona del Señor Jesús. Solo Él puede preservar a nuestros hijos. Las madres que tejen una arquilla para sus hijos colocan al Señor Jesús ante el corazón de los niños y manifiestan su misma actitud en la vida cotidiana. Los niños que están todo el día con su madre la observan muy de cerca y se dan cuenta rápidamente de la actitud que muestra ella. En la medida en que la madre viva en comunión con el Señor, los niños se beneficiarán.

La segunda característica importante que menciona Jocabed es que amamantaba a su hijo; lo alimentaba con leche materna. Aplicado a nosotros, esto significa que una madre solo puede dar a su hijo lo que hay en su interior. Este principio se aplica tanto en lo natural como en lo espiritual. Las madres que amamantan son muy cuidadosas con lo que comen para que no sea perjudicial para sus bebés. Las madres con mentalidad espiritual procurarán no ocuparse de nada que vaya en detrimento de sus hijos. Al contrario, harán que la persona del Señor Jesús sea grande y preciosa para ellas.

3.     Los niños

Por último, fijémonos en el comportamiento de los niños. Nuestros hijos tienen relaciones con sus padres y contactos con el mundo. En cuanto al comportamiento hacia los padres, este debe caracterizarse por la reverencia y la obediencia. Si los hijos son desobedientes, están obrando mal según Efesios 6:1.

En Hebreos 11:24-26 encontramos importantes indicaciones sobre el comportamiento de nuestros hijos hacia el mundo. Examinémoslas un poco más de cerca. Llega un momento en la vida de todo niño en el que tiene que elegir y decidir por sí mismo. Los niños cargan entonces con su propia responsabilidad y deben ellos mismos responder a la pregunta de a quién quieren servir, al Señor o al mundo.

¿Qué nos ofrece el mundo? Se muestra positivamente en lo que nos presenta:

  1. Moisés podía convertirse en hijo de la hija del faraón. Así, el mundo ofrece gloria y honor sin decirnos que son efímeros.
     
  2. El mundo ofrece una variedad de tentaciones para pecar. Estas tentaciones pueden ser diferentes para cada uno. Pero recordemos: “El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción” (Gálatas 6:8).
     
  3. El mundo nos ofrece los tesoros de Egipto. Estos tesoros pueden ser materiales, como dinero, casas, coches...; pero también pueden ser bienes no materiales, como el conocimiento y el poder.

Pero no solo el mundo, también el Señor tiene algo que dar:

  1. Moisés prefirió sufrir la adversidad con el pueblo de Dios. Lo que eso significó, lo vemos durante los 40 años en el desierto. Aunque los hermanos y hermanas en la fe no nos parezcan siempre amables, son el pueblo de Dios. Dios mismo está presente.
     
  2. Moisés eligió el vituperio de Cristo. Esta es la consecuencia cuando le confesamos por comportamiento, palabra, vestimenta, etc. Pero es Su vituperio, es decir, el oprobio que Cristo soportó cuando vivió en esta tierra. Este vituperio hacia Cristo causa una profunda alegría en nuestros corazones.
     
  3. El Señor ofrece una recompensa para el futuro. Aunque el galardón no debe ser el motivo de nuestras acciones (sino Su amor), podemos esperarlo como algo que está por venir.

Muchos jóvenes de hoy creen que deben tener a la vez al Señor y al mundo. Pero eso no es posible. Cada uno tiene que decidir personalmente a cuál quiere pertenecer. El «justo medio» no existe.

Que el Señor nos conceda que también en las relaciones terrenales como familia podamos permanecer fieles al Señor con determinación de corazón. Entonces Él estará con nosotros y nos bendecirá.