La familia cristiana
Muchas personas piensan hoy que las familias cristianas lo son porque viven en países cristianos. Otros piensan que uno se convierte en una familia cristiana si los padres pertenecen a alguna comunidad religiosa cristiana. Ambos puntos de vista son erróneos y no se basan en la Palabra de Dios.
Podemos ver cómo se forma una familia cristiana y cuáles son sus características, por ejemplo, en Hechos 16:30-34. Recordemos cinco puntos importantes de la historia del carcelero de Filipos:
- “¿Qué debo hacer para ser salvo?” En toda familia cristiana los padres, y cada uno por separado, conocen un día de su vida en que se conmovieron interiormente y se dieron cuenta de que eran pecadores perdidos y necesitaban la salvación de Dios. Este es el punto de partida de toda familia cristiana.
- “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. Los que han reconocido que están perdidos solo pueden asirse a la salvación si se apoyan completamente por la fe en la persona del Señor Jesús y en la obra que ha consumado. “Cree en el Señor Jesucristo”, este es el fundamento del matrimonio y la familia.
- “Tú y tu casa”. Los padres deben ser plenamente conscientes de que toda la casa, es decir, también los niños, son pecadores por naturaleza. Cualquiera que observe a los niños pequeños se da cuenta rápidamente de que son pecadores al ver las manifestaciones de la voluntad propia y la desobediencia. El Salmo 51 lo confirma: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (v. 5). Los padres cristianos no deben olvidar esto. David continúa diciendo en el versículo 7: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve”. Esta debería ser la preocupación diaria de los padres cristianos en relación con sus hijos. Ningún padre puede salvar a sus hijos, eso debe hacerlo el Señor. Ningún padre puede convertir a sus hijos, deben hacerlo ellos mismos. Pero todos los padres cristianos pueden orar por sus hijos.
- “Le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa”. Toda familia verdaderamente cristiana tiene los oídos abiertos a la Palabra de Dios. Los pensamientos establecidos en la Biblia nos muestran también Su voluntad para el matrimonio y la familia. Nuestros propios pensamientos siempre nos llevan por mal camino, pero seguir la Palabra de Dios trae bendición.
- “Se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”. Por último, un matrimonio cristiano se caracteriza por la acción de gracias y el gozo. Es un gran privilegio dar gracias a Dios por la salvación recibida en el Señor Jesús. Por supuesto, damos gracias en la familia por todas las bendiciones externas, pero nunca debemos perder la oportunidad de alabar a Dios por su maravillosa salvación. Las oraciones en las comidas en común son una ocasión adecuada para ello.
El temor de Dios en la familia
Recordemos primero lo que no es el temor de Dios. El temor de Dios no significa tener miedo de un juicio futuro. El Señor Jesús mismo dijo que nadie que crea en él será juzgado. Juan escribe: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:17-18). Dios obra en nuestros corazones para que no temamos el juicio.
Lo que es el temor de Dios lo encontramos expresado muy claramente en Isaías 66:2. Allí leemos: “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. Dicho de otra manera, la piedad existe, cuando aplicamos la Palabra de Dios con toda su autoridad a nuestros corazones y conciencias.
Utilizando dos pasajes del evangelio de Lucas, vemos qué es la piedad en la familia y cómo se desarrolla.
a) Lucas 6:47-48
El Señor Jesús habla aquí de un hombre que edificó su casa sobre la roca, mostrándonos tres principios importantes.
- “Todo aquel que viene a mí”. Ya vimos que esto se aplica al pecador que se vuelve al Salvador con fe. Pero concierne a todos nosotros, todos los días. Necesitamos volvernos al Señor Jesús una y otra vez, también en el matrimonio y la familia. Esto lo hacemos en la oración.
La auténtica oración surge de la profunda conciencia de que somos interiormente incapaces de hacer lo que Dios quiere que hagamos. En la oración expresamos así nuestra incapacidad.
No podemos hacer su voluntad por nosotros mismos. Para ello, necesitamos su ayuda. Por lo tanto, la oración también muestra nuestra dependencia de él.
La oración personal es extremadamente importante. Nadie puede vivir de la fe del otro. El marido no vive de la fe de su mujer y viceversa. Los hijos tampoco pueden vivir de la fe de sus padres. Cada miembro de la familia necesita una vida de oración personal. Además, la oración en familia también es importante y está relacionada con bendiciones.
Nuestros hijos precisan aprender a llevar una vida de oración personal. Para ello necesitan la guía del padre y la madre, y especialmente del papá. Los niños aprenden mejor cuando tienen un ejemplo en ellos. - “... y oye mis palabras”. No solo hablamos con Dios en la oración, también escuchamos lo que tiene que decirnos a través de su Palabra. En las familias temerosas de Dios, la Palabra se lee juntos todos los días. Esto, si ha de ser una bendición, solo puede hacerse en dependencia y con reflexión.
Es importante que cada padre aprenda a leer de tal manera que el niño pueda comprender. La Palabra de Dios es rica para todos, incluso para los más pequeños. Pero, ¿somos los padres también capaces de preparar el alimento para los niños a partir de lo que se lee? Solo así se beneficiarán de la Palabra leída. Si compartimos textos difíciles sin explicarlos, los niños no recibirán nada y se morirán de hambre por dentro.
Por lo tanto, debemos pensar con mucho cuidado lo que leemos y cómo lo hacemos. Los niños necesitan orientación para comprender la Palabra de Dios. Sin embargo, debemos tener cuidado de no sobrealimentar a nuestros hijos. Esto también entraña un peligro.
El desarrollo natural de los niños puede servirnos de ejemplo. Los niños comen cada día según la medida de sus necesidades: ni mucho ni poco. Así debe ser también en lo espiritual. - “... y las hace”. En una familia cristiana, la Palabra de Dios no solo se escucha, sino que también se obedece. Hacer la Palabra de Dios significa vivirla, practicarla. No basta con que seamos capaces de citar ciertos versículos en determinadas ocasiones. Tampoco basta con colgar hermosos versículos bíblicos en las paredes. Todo esto está bien en su lugar, pero la cuestión crucial es: ¿Seguimos, es decir, hacemos la Palabra de Dios? ¿Vivimos según sus pensamientos?
Es responsabilidad del padre y de la madre guiar a los hijos para que sigan los pensamientos de Dios en sus vidas.
¿De qué manera enseñamos a nuestros hijos? ¿Lo hacemos mediante órdenes e instrucciones? Cuando Dios dio la ley al pueblo de Israel y dijo: «Debes», pronto se hizo evidente que el pueblo nunca fue capaz de cumplir los requisitos de Dios. Después de la obra consumada de su Hijo, Dios ya no se expresa de esa manera. Nosotros tampoco debemos hablarnos así. Los que dicen: «Debes» corren el peligro de señalar con el dedo a los demás y exigirles algo. En Isaías 58:9, el dedo amenazador se llama “yugo”.
No, la forma de enseñar a nuestros hijos a obedecer la Palabra debe ser diferente. En la epístola a los Hebreos encontramos repetidamente la invitación a «hacer las cosas juntos»: “acerquémonos”, “considerémonos unos a otros”, “salgamos”, “ofrezcamos”, etc. Esa es la forma correcta. Podemos llamarnos unos a otros a hacer la voluntad de Dios por su gracia. Esto trae la verdadera felicidad.
«Hacer las cosas juntos» incluye a padres e hijos. Entonces no le pedimos nada a nuestros hijos que no estemos dispuestos a hacer nosotros mismos. Los niños son observadores precisos. Si les damos un mal ejemplo, no tenemos por qué sorprendernos de que lo sigan.
Una casa en la que se observan estos tres puntos es una casa que se sostiene sobre la roca. Entonces tenemos un fundamento bajo nuestros pies. Un cimiento así significa seguridad frente a las tormentas y las pruebas que se presentan en todas las familias. Incluso en las nuestras, las cosas no siempre salen como esperamos. Quien confía así en el Señor y en su Palabra, sobrevive indemne a tales tormentas.
La roca es la Palabra de Dios y al mismo tiempo el Cristo. La Palabra de Dios está firmemente unida a la persona del Señor Jesús. Por lo tanto, solo disfrutamos realmente de la lectura de la Palabra cuando buscamos a nuestro Señor en ella.
b) Lucas 1:5-6
En unos pocos versículos, se nos presenta a una pareja en la que se hacen visibles las maravillosas consecuencias de la piedad. Zacarías y Elisabet tenían cuatro características que también hablan a nuestros corazones.
- Eran justos delante de Dios. No se trata de nuestra posición fundamental ante Dios, sino de la rectitud práctica en la vida. La rectitud y la obediencia están muy cerca la una de la otra, pero se distinguen. La obediencia es sumisión a la Palabra de Dios. La rectitud es la conformidad con los pensamientos y la voluntad de Dios. La obediencia genuina siempre conduce a la rectitud práctica.
Nuestra conducta como familia debe ser justa delante de Dios. Por supuesto, debemos ser cuidadosos y considerados con los demás, pero ante todo recordemos siempre que nuestras acciones están abiertas a los ojos de Dios (Hebreos 4:13). - Andaban en los mandamientos del Señor. Esto es lo que ya hemos visto. No es tanto lo que hablamos, sino que es mucho más crucial lo que hacemos. En Romanos 12:2 se nos pide que comprobemos cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Esto significa un ejercicio constante para nosotros. Necesitamos mucha dependencia para vivir así.
- Andaban en todos los mandamientos del Señor. Es muy posible que hagamos elecciones en nuestro corazón según nuestras inclinaciones. Elegimos lo que nos gusta y simplemente pasamos por alto lo otro. No debería ser así. Se trata de hacer toda la voluntad de Dios. A Timoteo se le dijo: “Retén la forma de las sanas palabras” (2 Timoteo 1:13). Se trata de la forma completa. No menos, pero tampoco más. Para algunos, existe el peligro de añadir más mandamientos a la Palabra de Dios y, por ejemplo, exigir a los niños algo que va más allá de la Palabra.
- Andaban irreprensibles en los mandamientos del Señor. Uno puede permanecer en los mandamientos del Señor, pero no hacerlo de forma irreprensible. Este es el caso cuando nos envanecemos de nuestro andar y menospreciamos a los demás. Hacer la Palabra de Dios siendo irreprensibles es guardarla humildemente.
La fe en la familia
Todo verdadero cristiano conoce un día en el que se ha vuelto a Dios con fe. Por ella se ha apoderado de la salvación que Dios ofrece.
Pero la fe no se limita a esto, sino que impregna toda nuestra vida, incluida la vida familiar. El pecador perdido que se acerca a Dios empieza por creer en Él, es decir, en su existencia y en la obra del Señor Jesús en la cruz. El cristiano no solo cree en Dios, sino que también le cree a Dios. Creer a Dios significa confianza y relación de fe.
Necesitamos ambas cosas en nuestra vida de familia para discernir la voluntad de Dios. Hebreos 11:1 nos muestra la confianza de la fe. Con confianza infantil aceptamos lo que Dios nos dice en su Palabra. La vida nos plantea muchas preguntas. ¿Dónde encontramos la respuesta? En la Palabra de Dios. Es crucial que creamos lo que Dios nos dice. El tercer versículo de Hebreos 11 nos proporciona un ejemplo: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios”. Cuando los niños se enfrentan a la teoría de la evolución en la escuela, ¿podemos ayudarles? Por supuesto, porque tenemos la infalible Palabra de Dios en nuestras manos.
Algunas preguntas encuentran una respuesta directa en la Biblia. Muchas otras no hallan una contestación definida. ¿Cuántos hijos quiere darnos el Señor? ¿Qué profesión deben ejercer los hijos? ¿Debemos cambiar el lugar de residencia? ¿Qué cónyuges ha destinado Dios para nuestros hijos? Todas estas son preguntas para las que la Palabra de Dios no nos da una respuesta directa. Sin embargo, no estamos sin ayuda. Podemos tener una relación de fe con Dios y recibir así respuestas a todas las preguntas.
Felices los niños cuyos padres tienen esa relación de fe. En 2 Timoteo 1:5 leemos de dos mujeres (“tu abuela Loída” y “tu madre Eunice”) en las que habitaba la fe y tenían una relación con ella, de la cual se benefició el joven Timoteo.
Una relación de fe con Dios significa un contacto íntimo con él. Buscamos su rostro para obtener respuestas a nuestras preguntas. Esto a veces lleva tiempo y requiere paciencia, pero hace que el corazón se calme y aquiete.
El cristiano no echa suertes sobre la voluntad de Dios. El creyente actúa con discernimiento y en comunión con su Señor. Sin embargo, no siempre es fácil discernir claramente la voluntad de Dios. Encontramos ayuda en el incidente de Juan 13:21-25. Aunque se trata de un suceso muy triste que afectó profundamente al Señor, podemos aplicarlo a nuestro tema y beneficiarnos de él. Seis puntos sobresalen para nosotros:
- “Uno de vosotros me va a entregar”. El Señor no dijo inmediatamente a sus discípulos quién le entregaría. Así también él no siempre nos dice rápidamente cuál es su voluntad en un asunto particular. Quiere acercarnos más a él mediante el ejercicio de la fe.
- “Entonces los discípulos se miraban unos a otros”. Es importante que hablemos entre nosotros en las familias e intercambiemos nuestros pensamientos. Tal vez en la conversación no podamos conocer directamente la voluntad de Dios, pero aun así puede ayudarnos.
- “Dudando de quién hablaba”. Los discípulos preguntaron al Señor Jesús (Mateo 26:22; Marcos 14:19). Si queremos una respuesta a nuestras preguntas, debemos preguntar al Señor Jesús. Solo él puede dar una respuesta a nuestras dudas.
- “Uno... estaba recostado al lado de Jesús”. Juan estaba en el lugar adecuado para pedir. Nosotros también debemos estar en el lugar indicado, es decir, en contacto y comunión con el Señor, para conocer su voluntad. Aquellos que viven alejados de él encontrarán difícil discernir sus pensamientos.
- “Recostado cerca del pecho de Jesús”. Juan estaba muy cerca del Señor y disfrutaba de su amor. Este es el lugar que deberíamos ocupar también nosotros como familia cuando tenemos una cuestión particular en mente. Cerca de su pecho disfrutamos de su amor y pensamos en él. Cuántas veces hablamos de nuestro amor por él, pero deberíamos descansar más en este amor y aquietarnos en él. Así apaciguados, podemos discernir mejor su voluntad.
- “Señor, ¿quién es?” Juan le llama “Señor”. Quien le conoce conscientemente y le llama así, también se somete a él. Debemos aceptarle prácticamente como Señor de nuestras vidas para reconocer su voluntad.
No existe un remedio fijo para conocer la voluntad de Dios. Pero si permanecemos muy cerca de él, experimentamos nuestra relación con él y disfrutamos de su amor, entonces también recibiremos luz para nuestro camino.
La oscuridad moral en este mundo va en aumento. Es como los días del pueblo de Israel en Egipto. “Hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones” (Éxodo 10:22-23). En medio de toda la oscuridad de este mundo, tenemos la fiable Palabra de Dios que trae luz brillante a nuestro camino y a nuestros hogares. Dios nos muestra sus principios y exigencias. Estas son elevadas, tanto que no podemos cumplirlas con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, Dios no quiere que nos desanimemos, sino que nos da fuerzas para estar a la altura de sus pensamientos también en el matrimonio y la familia.
Solo hay una persona que siempre ha cumplido todos los requisitos de Dios. Es nuestro Señor, que está ante nosotros como ejemplo. ¡Sigámosle también en nuestras familias! Entonces Dios puede bendecirnos y lo hará.