5. Lot y su familia
La historia de esta familia es una de las más tristes de la Biblia. Cuando Abram y Sarai salieron de Harán, tomaron también a Lot, sobrino de Abram. Probablemente era todavía soltero, y por eso quizá se lo consideraba como parte de la casa de Abram. Los acompañaba en todas sus peregrinaciones, incluso a Egipto. Allá llegó a tener un rebaño y se convirtió en un ganadero independiente, aunque siguió viviendo cerca de Abram. Cuando hubo contienda entre los pastores de Abram y los de Lot, Abram sugirió que se separaran. Lot no dejó que su tío escogiera, como habría sido lo conveniente que hiciera, sino que él mismo escogió la fértil llanura del Jordán. Salió hacia el oriente y “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma”, aunque sabía que “los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Génesis 13:11-13).
Más tarde se estableció en la ciudad. Partió la suerte de los habitantes y fue tomado prisionero por el rey Quedorlaomer. Por la intervención de Abram, fue libertado. A pesar de esta lección tan seria, Lot volvió a vivir en Sodoma y obtuvo un puesto entre los ancianos y jueces de la ciudad. “Estaba sentado a la puerta de Sodoma” (19:1), el lugar de la autoridad (véase Proverbios 31:23.
Podemos suponer que halló a su esposa en Sodoma. Ella mostró ser muy apegada a la ciudad y le fue muy difícil salir de ella. Así es como Lot llegó a ser un importante ciudadano de esta ciudad, mientras que Abram y los suyos habitaban como extranjeros en tiendas y tenían comunión con Dios cerca de Su altar.
¡Qué contraste entre las dos familias! ¿Quién era más feliz? Hacer esta pregunta significa responderla. Lo que el apóstol Pedro escribe referente a esto es muy instructivo: Dios “condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)” (2 Pedro 2:6-8). ¿Cómo pudo este hombre soportarlo? Sin embargo, no es el único en tal caso. La mundanalidad y la mala elección de un cónyuge pueden hoy en día también ejercer una influencia desastrosa en un creyente.
Al leer Génesis 19, nos damos cuenta de cuáles eran los graves pecados cometidos en Sodoma. Evidentemente, la homosexualidad entre hombres de esta ciudad era una costumbre generalizada. Nos confrontamos con un asunto muy actual en nuestros días y, en este libro sobre el matrimonio y la vida familiar, no podemos pasar por alto este punto. Nos limitamos a lo que las Escrituras dicen al respecto. Génesis 19 y 2 Pedro 2 hablan muy claramente referente a ello.
El apóstol Pablo también escribió sobre lo mismo en Romanos 1:24-27: “También Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”.
Hoy en día se oye mucho que la homosexualidad no es pecado, sino que las personas que la practican son «diferentes» por nacimiento. Muchos se oponen a considerar como pecado las manifestaciones contranaturales con las cuales Lot tuvo que confrontarse y sobre las cuales Pablo escribió. Dicen que estas personas son solamente distintas y que deben tener toda la libertad de vivir conforme a esta diferencia.
La consecuencia de este razonamiento conduciría a que se dé rienda suelta a las acciones de los pirómanos o de los cleptómanos, simplemente porque los incendios o los robos procederían del hecho de que esas personas son «diferentes». Pero ¡qué daños materiales resultarían! ¡Parece que ocasionar un daño material es mucho más grave que causar un mal moral!
Hoy en día, profesores, educadores, hasta predicadores pueden hacer pública esta «diferencia» sexual, y vivirla. Tanto adultos como niños están expuestos a estas influencias. Viene a ser como en Sodoma. Cuando Lot no quiso cooperar con estas maniobras, e intentó proteger a sus huéspedes, dijeron: “Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez?” (Génesis 19:9). Le hicieron gran violencia y quisieron matarlo. Los que hoy en día desaprueban estas teorías y prácticas perversas, se exponen a ser despreciados y reducidos al silencio. Nadie negará que algunas personas nacen con anomalías físicas o mentales. Es loable que se dediquen cuidados especiales a tales personas. Sin embargo, en Sodoma no era cuestión de diferencia natural, sino de un estado desnaturalizado y degradante. Esto lo vemos también en nuestros días. En otro tiempo se condenaba públicamente la homosexualidad como pecado, y se practicaba en secreto. Hoy en día, una creciente minoría exige abiertamente «sus derechos» y amenaza socavar los fundamentos de la sociedad, en la cual también los cristianos tienen la libertad de vivir según los principios bíblicos. Guardemos con profundo respeto los fundamentos del matrimonio y estemos en guardia contra todas las malas doctrinas y prácticas que lo amenazan.
Por la intercesión de Abram, el Señor quiso salvar a Lot. Pero, para esto, Lot tenía que apartarse de los habitantes de Sodoma y salir de la ciudad. La salvación era también ofrecida a su familia. Aquí encontramos también “tú y tu casa”, al igual que con Noé y con muchos otros ejemplos. La casa de Lot incluía a su esposa, a sus dos hijas y a sus dos yernos.
Noé tenía cierta autoridad moral, de modo que toda su familia —constituida por personas adultas— lo escucharon y fueron salvos. Con Lot era diferente. Sus yernos rehusaron salir de Sodoma. Murieron por su propia culpa. Lot tuvo la experiencia humillante por el hecho de que sus yernos no lo tomaron en serio. Su conducta equívoca fue seguramente la causa de esto. He aquí una seria lección para todos los padres creyentes.
A Lot mismo le costaba salir de Sodoma. Se demoraba, y los ángeles tuvieron que asirle de su mano, y la de los suyos, y sacarlos. La vida urbana moralmente malsana lo había influenciado de tal manera que escogió huir a la pequeña ciudad de Zoar, en vez de ir al monte, como Dios se lo había dicho primero.
Fue peor aún para su esposa. Fuera de Sodoma, no pudo separarse de la ciudad. Dejó que su esposo se adelantara, miró atrás y se volvió estatua de sal. Al mirar atrás desobedeció al mandato de Dios (19:17, 26). En cuanto al juicio venidero, el Señor Jesús pronunció estas serias palabras: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17:32). Nosotros también debemos acordarnos de ella. Ligada a un esposo creyente, aunque espiritualmente débil, le fue ofrecida la oportunidad de ser salva. Por cierto, salió de Sodoma, pero no alcanzó el lugar de salvación, y se volvió estatua de sal. El historiador judío Flavio Josefo narra que, en su tiempo (primer siglo de la era cristiana), esta estatua todavía se veía.
Cuando Lot entró en Zoar, no se atrevió a quedarse allí, sino que se refugió en el monte y habitó en una cueva con su dos hijas. Luego ocurrió algo muy triste. Ellas emborracharon a su padre y cometieron incesto. Este abominable pecado es condenado por la ley. Desgraciadamente, esto quizás ocurre más frecuentemente de lo que uno se imagina.
De este acto inmoral nacieron Moab y Ben-ammi, padres de los moabitas y amonitas, pueblos que más tarde causaron muchos problemas a los israelitas. Aquí vemos también que el pecado recibe su propio castigo. Esto es lo último que se nos narra de Lot y su familia. ¡Tal es la conclusión humillante y trágica, aunque instructiva, de esta historia!
Por el materialismo y la mundanalidad podemos causar graves daños a nosotros mismos y a los miembros de nuestra familia. Al establecerse en Sodoma, Lot se expuso a sí mismo y a los suyos a grandes peligros morales. Hemos visto los resultados.
También en el mundo actual, puede haber muchos peligros. El apóstol Pablo enseña esto a los creyentes de Corinto. Entre los griegos era común el dicho «vivir a lo corintio», que significaba vivir una vida mala e inmoral.
Los creyentes no podían evitar todo contacto con las personas que vivían así. Sin embargo, Pablo les advirtió contra las asociaciones entre creyentes e incrédulos (2 Corintios 6:14). En 1 Corintios 15:33 dijo: “No os engañéis; las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (V.M.). ¡Cuántos padres están tan ocupados que ni siquiera saben dónde están sus hijos y qué hacen en su tiempo libre! No saben quiénes son sus amigos ni lo que leen, ni los peligros que corren.
Como excusa se invocan las muchas ocupaciones y responsabilidades del trabajo. ¿Es un argumento válido ante Dios, quien nos ha confiado la responsabilidad de criar a nuestros hijos? ¡Que el ejemplo de Lot, quien tanto falló a este respecto, nos sirva de advertencia!
Preguntas de la 5ª parte
- ¿En qué pecado cayeron los hombres de Sodoma? ¿Qué dice el Nuevo Testamento en cuanto a este mal?
- ¿De qué manera la historia de Lot muestra que Dios quiere salvar a familias enteras? ¿Por qué sus yernos no se dejaron salvar?
- ¿Bajo qué influencia dañina crecieron en Sodoma las hijas de Lot?
- ¿Qué advertencias hallamos en la historia de Lot y su familia para nuestro tiempo?