El servicio
“…del Dios de quien soy y a quien sirvo.”
(Hechos 27:23)
- El amor por Jesús nos empuja en la obra; no conozco otro motivo.
- Todo verdadero servicio debe resultar del conocimiento de Él mismo.
- En este tiempo, el gran secreto del poder es la fe en la presencia del Espíritu de Dios.
- La vida interior con Dios es el único medio de vivir en público para Él. Cualquier actividad exterior que no sea el fruto de la vida interior, tiende a hacernos obrar sin Cristo y a sustituirle por el «yo». Temo una gran actividad sin gran comunión.
- ¡Cuánto necesitamos, en la obra, confiarnos totalmente al Espíritu Santo, y cuán sencillo es cuando lo hacemos! Una sola cosa da poder: permanecer estrechamente unido a Cristo; de lo contrario, el corazón se encoge bajo la presión del trabajo, y estamos en peligro de perder la amplitud de corazón y la capacidad para presentar con pureza el amor de Dios a los hombres.
- No es que yo pienso que, en la obra del Señor, siempre tengamos esa libertad del Espíritu que discierne todas las cosas en la luz. Algunas veces, es necesario caminar con fe sin ver. ¡Lamentablemente, los mejores siervos en la obra del Señor nos han dado la prueba!; un apóstol, pobre vaso de barro, comprometido en la lucha entre el Señor y Satanás, sentirá a veces el golpe del combate, porque éste tiene lugar en él, y entre él y las fuerzas adversas.
- ¡Quiera Dios proveer obreros según Su corazón, que sepan presentar a Cristo ante los hombres!
- Un verdadero siervo, “un varón de Dios”, es un gran tesoro, el de mayor valor que haya en el mundo.
- Es una cosa peligrosa ser de repente llamados a ocupar «un púlpito». Dice un refrán: «La aceptación del hombre por los demás no es la aprobación de Dios» (véase 2 Corintios 10:18; 1 Tesalonicenses 2:4), aunque Dios pueda otorgárnosla para favorecer la propagación de la verdad. Pero, si nos contentamos con los resultados, permaneceremos lejos de la fuente, y eso llega a ser una trampa por la cual nuestras almas se secan, en lugar de ser el medio de conducirnos cerca de aquellos entre los cuales deberíamos difundir las riquezas de Cristo.
- Respecto a nuestro servicio, busquemos el rostro del Señor y apoyémonos en Él. El trabajo es un favor que nos es concedido. Estemos completamente en paz y felices en el sentimiento de la gracia, entonces vayamos y ofrezcamos esta paz a otros. Es éste el verdadero servicio, del cual podemos volver muy cansados en nuestros cuerpos, pero sostenidos y felices en nuestras almas. Descansemos bajo las alas de Dios, y continuemos el servicio hasta que llegue el verdadero descanso.
- ¡Cuán poco utilizamos ese poder del Espíritu Santo, que reduce a nada los planes y las artimañas de Satanás! La Iglesia, no solamente debería poseer la verdad, sino que también debería estar tan llena del Espíritu que, incluso estando puesta a prueba por el enemigo, ella fuese capaz de resistir a todas sus trampas. Lo que me humilla tan profundamente, es la ausencia de fuerza, la falta de un poder suficiente para guardar a todos los creyentes, por el poder del Espíritu Santo, al abrigo del poder de Satanás.
- “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba… de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). ¿Tiene usted sed; bebe para sí mismo? Así es cómo ríos de agua viva correrán desde nosotros hacia los demás.