A los padres de mis nietos /1

Adán

Adán

Busquemos en la historia de Adán la causa de la caída de su hijo primogénito. “Seréis como Dios”, había dicho el tentador a Eva (Génesis 3:5), y el marido, como la mujer, sucumbieron a esas perspectivas seductoras. ¿Cuál fue el origen de esta caída? La desobediencia, la negativa de escuchar la clara palabra de Dios, el rechazo deliberado de esta palabra que conocían bien y que habían comprendido perfectamente. En lo que concierne a nosotros, estemos seguros de que nuestra desobediencia a esta Palabra, por más fácil que pareciera el camino, sólo nos traerá penas, y no solamente a nosotros mismos. Puede que semejante despreocupación cause la pérdida de nuestros hijos. Agregaré que la desobediencia sigue siendo el origen del naufragio de tantas familias cristianas. Por eso, sólo puedo suplicarles a ustedes que aman a su Maestro y a sus hijos, que permanezcan en absoluta sumisión a la Palabra de Dios. Así seguirán un camino seguro.

Busquemos ahora la razón de la desobediencia de nuestros primeros padres. La atribuyo a la duda emitida por la serpiente: “¿Conque Dios os ha dicho?” Vivimos en una época en que se expresan toda clase de críticas, por lo que tenemos una gran necesidad de que el Señor nos guarde con una confianza inquebrantable en Él, en su Palabra, para que nada jamás nos desvíe de nuestra fe.

La Escritura nos recomienda huir de ciertas cosas: “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Timoteo 2:22). “Huid de la idolatría” (1 Corintios 10:14). “Huid de la fornicación” (1 Corintios 6:18). “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas” (1 Timoteo 6:11). Pero, que yo sepa, no se nos recomienda huir del diablo; al contrario, es él quien huirá si nosotros le resistimos. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Si permanecemos “firmes en la fe” (1 Pedro 5:8-9) y en las Escrituras, él no podrá quebrantar nuestra confianza; no obstante, permanece como autor de la mínima duda emitida sobre la santa Palabra de Dios.

La serpiente supo poner delante de Eva un señuelo particularmente atractivo: “Seréis como Dios”. Le ofrecía un lugar más elevado que el que Dios le había asignado. ¿No vemos hoy un esfuerzo parecido en contra de los padres, que les toca directamente a ellos o a sus hijos? Muchos cristianos no escapan de esta astucia del enemigo y se dejan comprometer con las exigencias de la vida moderna. Nuestros antepasados se contentaban con tener un apartamento simple, nosotros queremos una casa hermosa; ellos se desplazaban a pie, nosotros viajamos en coche; se contentaban con alfombras viejas, nosotros necesitamos objetos de valor. Ustedes me dirán que los tiempos han cambiado; ciertamente; pero en otro tiempo “había gigantes en la tierra” (véase Génesis 6:4) en cuanto a las cosas de Dios; actualmente sólo somos enanos en ese dominio. En nuestros días, cada uno quiere «mantener su rango social», y somos incapaces de ser diferentes de los demás. Sin embargo Dios, en su gracia, hizo una diferencia reservando a cada uno de nosotros un lugar bien definido. Adán y Eva, queriendo ocupar una posición más elevada que aquella que Dios les había atribuido primitivamente, provocaron, por su actitud, la pérdida de Caín y la muerte de Abel.

Encontramos en el Nuevo Testamento la explicación del sanguinario acto cometido por Caín. “¿Por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:12). Caín estaba celoso de su hermano. “¿Quién podrá sostenerse delante de la envidia?” (Proverbios 27:4). Veamos en la Biblia lo que Dios quiere decirnos sobre este tema. “Donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3:16). Entonces tenemos que “desechar… toda malicia” (1 Pedro 2:1), porque el celo hizo caer a más de un hijo de Dios.

Cuando Eva tomó el fruto prohibido, pensó poco en el fruto terriblemente amargo que preparaba para sí misma, y que, de un solo golpe, la privó de sus dos hijos. Tengamos cuidado con no comprometernos ligeramente sobre una pendiente que, más tarde, nos traerá años de penas y angustias para nosotros y para nuestros hijos.

Otra alusión nos permite pensar que no todo andaba bien en la familia de Adán. Según Génesis 4:1, Eva escogió ella misma el nombre de su hijo. Hoy en día, nuestras costumbres permanecen iguales, pero temo que no sea según la Palabra de Dios. Un detalle, dirán ustedes. Acordémoslo: Eva primero incitó a Adán al camino de la desobediencia. Luego, aparentemente aquí, todavía era ella quien gobernaba la casa. Pero en el capítulo siguiente, con el nacimiento de Set, la situación cambió: “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set” (Génesis 5:3). Adán y Eva comprendieron la lección, y Adán ocupó el lugar que le correspondía.

¿Cuál era este lugar? ¿Y el de Eva? A esta última pregunta, 1 Pedro 3:4-6 nos da la respuesta: “Un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor”. Por otra parte, se recomienda a las mujeres jóvenes, a las madres jóvenes, “gobernar su casa” (1 Timoteo 5:14). La palabra griega utilizada aquí es interesante; es el único pasaje donde la encontramos, y, para traducirla literalmente, habría que decir “ser la ama de casa”. El término que corresponde se encuentra doce veces (todas en los tres primeros Evangelios) y se traduce por “maestro de casa” con un pensamiento que atañe al padre. Una magnífica paráfrasis del versículo de la epístola a Timoteo se ha hecho así: «Ellas gobiernan su casa con una soberanía parecida a la de una reina, sin de ningún modo poner de lado la soberanía real del amo de casa». Ambos, pues, como rey y reina dirigen juntos el pequeño dominio que Dios confió a sus cuidados.

Volviendo a nuestro tema, creemos distinguir algo de esta unidad de pensamiento y acción en el nacimiento de Set. Si Génesis 4:25 parece contradecir el capítulo 5:3, de hecho se complementan. Es probable que la unidad conyugal haya faltado durante largos años en esta primera familia. Eva “gobernaba la casa” pero descuidaba la advertencia de 1 Pedro 3. Sin embargo, la lección llevó sus frutos, y Set es el primero de esta larga descendencia de la posteridad de la mujer, de quien el punto culminante se encuentra en esta gloriosa Posteridad que hirió la cabeza de la serpiente (véase Génesis 3:15).

Ya que hablamos de esta dulce armonía existente entre el padre y la madre, mencionemos las alusiones que contiene el libro de los Proverbios: referente a los catorce pasajes que nombran a la madre, doce citan juntos al padre y la madre.