Lamec
Lamec, séptimo desde Adán en la línea de Caín, es el primer hombre cuya poligamia es recordada en la Biblia. Esa costumbre tiene, pues, su origen en un descendiente de Caín, y no en uno de Set.
A veces se dice de algunos padres: «Pueden estar orgullosos de sus hijos». Ése fue el caso de Lamec y de sus dos mujeres, Ada y Zila. Criaron sus hijos para hacer de ellos hombres útiles y trabajadores y, con su hermana Naama («amable»), formaron un encantador cuadro de familia terrestre. Los dos hijos de Ada, Jabal y Jubal, fueron respectivamente los antepasados de los que “habitan en tiendas y crían ganados”, y de los que “tocan arpa y flauta”; mientras que Tubal-caín (su nombre significa «serás ofrecido a Caín»), quizás en recuerdo de su ascendiente, fue el padre de los que trabajan el metal, industria que se desarrolla y crece en nuestros días. Sí, viendo las grandes capacidades y los éxitos de sus hijos, Lamec podía considerarse orgulloso y feliz, humanamente hablando.
Pero las apariencias engañan. Como su antepasado de quien quiso perpetuar la memoria por el nombre de su hijo, Lamec era un asesino, y el temor de la venganza pesaba penosamente sobre él y minaba la paz y el gozo que hubieran podido ser su parte. ¿Y qué sucedió con su familia, con esos primeros precursores que se ocuparon de la agricultura, la música y la industria metalúrgica? Hace mucho tiempo, dejaron la escena de este mundo para el cual habían sido destinados y en el cual habían triunfado. Nada permite suponer que hayan abandonado el camino ancho que siempre conduce a la perdición de los que lo siguen, como ocurrió en otro tiempo con su antepasado Caín.
Queriendo suscitar el éxito social de sus hijos, numerosos padres cristianos los incitan a seguir un camino ancho. No obstante, cuán preferible es caminar como desconocidos y desapercibidos aquí abajo, teniendo su nombre inscrito en los cielos, antes que brillar, sin Cristo, en medio de las personalidades de este mundo.