9. La profecia de Noé y la humanidad después del diluvio
Noé, el gobernante de la nueva tierra
Después del diluvio, Noé actuó como el primer gobernante de la nueva tierra. Desgraciadamente, poco tardó en faltar a sus deberes, pues perdió el dominio de sí mismo y fue hallado en estado de embriaguez. Ningún mal hay en el fruto de la vid, el que constituye incluso una de las bendiciones de la tierra prometida (Deuteronomio 8:8; Jueces 9:13; Salmos 104:15); sin embargo, las Escrituras condenan el abuso del vino. Los creyentes son llamados a ser sobrios y a velar, y no a embriagarse “con vino, en lo cual hay disolución” (Romanos 13:13; Efesios 5:18; 1 Timoteo 5:23).
Cuando Noé se emborrachó, sin saber lo que hacía, estaba descubierto en su tienda. Su hijo Cam vio la desnudez de su padre y lo contó a sus dos hermanos que estaban afuera (Génesis 9:21-22; véase Levítico 18:6-7). No actuó con discreción, a la inversa de sus hermanos Sem y Jafet, quienes de la manera más apropiada cubrieron la desnudez de su padre. Cuando Noé se despertó de su embriaguez y oyó lo que su hijo menor le había hecho, pronunció una importante profecía (Génesis 9:25-27). Los patriarcas Isaac y Jacob hicieron similares declaraciones de gran significado (Génesis 27 y 49).
La maldición de Canaán
La profecía de Noé consta a la vez de una bendición y de una maldición. Cam fue maldecido a causa de su mal comportamiento hacia su padre; pero el impacto lo recibió Canaán, su propio hijo: “Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos” (Génesis 9:25). Este pasaje —como a veces se ha pretendido— no justifica de ningún modo la discriminación de la raza negra (Cam significa «caliente», «negro»). La maldición quedó claramente limitada a Canaán, y halló su pleno cumplimiento en la conquista de la tierra prometida por parte de los israelitas, aunque la subyugación de los cananeos tardó muchos más siglos en realizarse, pues incluso en los días de Abraham su iniquidad aún no había llegado a su colmo (15:16).
De este modo, Canaán vino a ser esclavo de Sem: “Y sea Canaán su siervo” (9:26). Se repite el mismo hecho con respecto a Jafet: “Y sea Canaán su siervo” (v. 27). La historia confirma la servidumbre de Canaán respecto a Jafet: Este país fue sojuzgado por las potencias mundiales que lo rodeaban, tales como los medos y los griegos, que son descendientes de Jafet.
La bendición de Sem y Jafet
No obstante, Sem y Jafet fueron bendecidos por su padre Noé con estas palabras: “Bendito por Jehová mi Dios sea Sem” (9:26), y “engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem” (v. 27). La bendición de Sem estribaba en el hecho de que Dios estaba con él. Dios es llamado Jehová, el Dios de Sem. Sem significa simplemente “nombre”, y aquí se vincula con el Nombre de Dios: Jehová, YHWH, Yahveh o “YO SOY” (Éxodo 3:14). Si Jehová es el Dios de Sem, éste debe ser un hombre feliz y bendito, lo mismo que su posteridad. Si Dios es con nosotros, ¿a quién temeremos? Si él es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Esto no solamente era válido para Israel, el pueblo que descendió de Sem y que gozaba de una estrecha relación con Jehová. Se aplica también a nosotros los cristianos. Dios nos ha bendecido ricamente, y ninguna maldición puede alcanzarnos (véase Romanos 8:31-34). Ahora podemos llamarlo nuestro Padre en el Señor Jesucristo de manera muy íntima y personal. Esto era algo desconocido en los tiempos del Antiguo Testamento (Juan 20:17; Romanos 8:15; Gálatas 4:6; Hebreos 2:12).
Dios, bajo el carácter de Jehová, tenía un vínculo especial con Israel, su pueblo redimido (Éxodo 3:13-18; 6:1-8). Sin embargo, este nombre también se utilizó en el libro del Génesis cuando Dios estableció una relación especial con su creación y con el hombre. Ello tenía que ver con su presciencia y predestinación. La profecía de Noé en Génesis 9 y las genealogías de los capítulos 10 y 11 ponen esto en evidencia:
- Dios es el Dios de Sem (9:26),
- Sem fue padre de todos los hijos de Heber (10:21),
- Heber fue el antepasado de Abram (11:10-26).
Ello demuestra cómo la línea de la gracia de Dios va desde Sem pasando por Heber (cuyo significado es «que pasa al otro lado», «de las regiones del otro lado») hasta Abraham, el antepasado del pueblo de Israel. Dios estableció su pacto con un pueblo de peregrinos al que llamó a salir de un mundo idólatra para servir al Dios vivo y verdadero. El Dios de Sem era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de los hebreos (cuyo significado es «que pasa al otro lado»).
El conocimiento del Nombre de Dios y de su revelación personal es lo que distinguía a Israel de las demás naciones. Sin embargo, Dios veló también sobre las naciones gentiles y las bendijo asimismo. Dios no bendijo solamente a Sem, sino también a Jafet (que significa «dispersión», «agrandamiento»). Jafet había de convertirse en el antepasado de las naciones que iban a esparcirse hacia el norte y el oeste, y que más tarde dominarían el mundo de entonces (Media, Grecia y Roma). Dios extendería la descendencia de Jafet y la haría habitar en las tiendas de Sem (Génesis 9:27).
En un sentido literal, estas palabras tal vez se refieran a la expansión del dominio de Jafet incluso sobre los pueblos semíticos que al final también se sometieron. Sin embargo, el significado más profundo de la profecía de Noé es que las naciones hallarían su verdadera bendición solamente entre las tiendas de Sem, ya que allí se encuentra el conocimiento del Nombre de Dios. Como creyentes provenientes de los gentiles, hemos hallado refugio en las tiendas de Sem, pues “la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22; Romanos 9:4-5).
La mano de Dios en la historia del hombre
La profecía de Noé pone de relieve la mano de Dios en la historia del mundo, lo cual se confirma en las genealogías de Génesis 10 y 11. Dios es el que determina el curso de las cosas y el que divide a las naciones su herencia (Deuteronomio 32:8; Hechos 17:26). Las generaciones de los hijos de Noé en Génesis 10 contienen también muchos datos geográficos. El capítulo comienza con Jafet, a quien se le prometió la gran expansión. Su descendencia se estableció en las costas, cada cual según su lengua (v. 5). Los hijos de Cam y Sem también se separaron conforme a sus lenguajes (v. 20, 31).
Esta repartición de las naciones de la tierra no tuvo lugar inmediatamente después del diluvio (v. 32). Sucedió solamente después de la construcción de la torre de Babel y del juicio de la confusión de lenguas. Estos acontecimientos se relatan en Génesis 11:1-9. No se sabe con certeza si la división de la tierra en los días de Peleg se refiere también al esparcimiento de la humanidad por toda la faz de la tierra (Génesis 10:25). Algunos expositores sostienen el punto de vista de que la superficie de la tierra fue literalmente dividida a causa de la deriva de los continentes que debió de haber ocurrido después del diluvio.
Jafet no recibió directamente el dominio sobre el mundo. En Génesis 10, Cam tiene un lugar más destacado. Éste fue el antepasado de los egipcios, de los asirios y de los babilonios —los primeros que gobernaron el mundo primitivo—. En los registros de los hijos de Cam, Nimrod es el que más llama la atención, y se nos da bastante información acerca de los habitantes de Canaán, la herencia futura de Israel.