Cristo en nosotros, la esperanza de gloria /17

Colosenses 3:22 – Colosenses 4:1-5

La esfera profesional (3:22 - 4:1)

Pensamientos de alcance general

Cuando el apóstol se dirige a los siervos (a partir del versículo 22) y a los amos (desde el capítulo 4, versículo 1), se trata de instrucciones relativas a la vida activa. Al igual que el casamiento, el trabajo es anterior a la caída original. Después de haber creado al hombre, Dios dio a Adán dos misiones:

  • labrar y guardar el huerto (Génesis 2:15);
  • dar nombre a los animales (v. 19).

Tales son las dos esferas de actividad para nosotros en el trabajo. Labrar y guardar el huerto es un trabajo manual. Dar nombres a los animales es una actividad intelectual. En el momento de la atribución de los nombres, Adán debía reflexionar para distinguir a los diversos animales con los nombres apropiados. Entonces, tuvo que plantearse preguntas mientras daba nombres a los animales. Todavía hoy ocurre lo mismo: hay actividades manuales y actividades intelectuales. No obstante, la vida profesional se orienta cada vez más hacia el trabajo cerebral y con la computadora. Sin embargo, el trabajo es dado por Dios.

Después de la caída de Adán en el pecado, el trabajo se le hizo más penoso. “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Génesis 3:19). Creo que Dios ordenó eso por gracia. Por el hecho de que el hombre, desde su caída, tiene el pecado en él, es bueno que deba desplegar mucho esfuerzo para adquirir su pan. Es también un obstáculo al pecado.

Además, podemos observar que, desde el diluvio, hay siervos y amos. Encontramos esto en Génesis 9:26: Noé dijo: “Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo”. Este hecho también tiene sus efectos en el trabajo.

 

Versículos 22 a 24: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.

Los siervos

Cuando esta epístola fue escrita, los siervos eran esclavos sin derechos, y propiedad de sus amos. Esta condición era por cierto particularmente penosa, pero los principios que exponen son valederos aún hoy. Las directivas dirigidas a los siervos se aplican hoy día a los escolares, a los asalariados ya los empleados. Cinco puntos están puestos ante nosotros:

  • Obedeced en todo a vuestros amos. Escolares y empleados están obligados a seguir las directivas de sus maestros o de sus jefes, haciendo lo que se les ha confiado.
  • No sirviendo al ojo (o para ser visto), significa que no se debe disimular ante el superior. Si por ejemplo trabajamos más aprisa desde el momento en que el jefe nos mira, le damos una ilusión de mejor resultado que la realidad.
  • Temiendo a Dios. Como escolares y empleados cristianos, transitamos nuestro camino en el temor de Dios. El temor de Dios en la escuela y en el puesto de trabajo, es una fuente de bendición.
  • Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. El Señor es nuestra motivación, la razón por la que hacemos nuestro trabajo fielmente. Estar bajo una autoridad no siempre es fácil, sobre todo si tenemos un jefe desagradable. Pero incluso así podemos hacer nuestro trabajo para el Señor. Considerémoslo como una gracia poder trabajar en primer lugar para el Señor y no para los hombres.
  • Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Si honramos al Señor haciendo nuestro deber fielmente en nuestro lugar de trabajo, en el temor de Dios, un día recibiremos del Señor la recompensa. ¿No es maravilloso? Esto nos da ánimo, cuando a veces tenemos dificultades y el jefe no aprecia suficientemente nuestro compromiso.

 

Versículo 25: “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas”.

No hay acepción de personas

El versículo 25 es valedero para los siervos y para los amos, a los cuales se dirige el versículo 1 del capítulo 4. Cuando Pablo, que conocía el Antiguo Testamento, escribió este versículo, habría estando pensando en Levítico 19:15: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”. Pues, Dios no hace ninguna diferencia en su apreciación entre pequeños y grandes. Si, como empleado, hago algún daño, Dios lo ve y, en su gobierno, obrará consecuentemente. Si, como jefe, obro injustamente, segaré lo mismo que he sembrado. Porque no hay acepción de personas. ¡Qué seria advertencia para todos nosotros!

 

Capítulo 4, versículo 1: “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos”.

Los amos

Aquí, los empleadores son exhortados a hacer con sus subordinados lo que es justo para el cuerpo, el alma, el espíritu y la conciencia. Los jefes creyentes nada deben exigir de sus empleados que pueda destruir su cuerpo, que haga daño a su alma y a su espíritu, o que cargue su conciencia. También deben hacer con sus subordinados lo que es recto. Recto quiere decir conveniente, apropiado, por ejemplo en lo que concierne al sueldo o las vacaciones.

Además, los amos siempre deben actuar pensando en su Amo que está en los cielos. Frente a sus subordinados, están sometidos a Su autoridad. Están sujetos a un Amo que actúa para con nosotros según el poder de su gracia. Así, el Señor no es una autoridad solo para los que son jefes, sino también un modelo. Su manera de obrar para con nosotros debe caracterizar el comportamiento de los superiores para con sus empleados.

Resumen

Hemos considerado la esfera de los creyentes: la del casamiento y de la familia, y la de la actividad profesional. Recordamos una vez más el gran pensamiento central que constituye la base de estas tres esferas: ¡“Buscad las cosas de arriba”! Abrid vuestros oídos a los pensamientos, a las instrucciones y a la voluntad del Señor, y cerradlo a las filosofías de este mundo, que tanto agradan a nuestra carne y que empiezan a desarrollar en nuestra vida brotes que destruyen todo. Está escrito en Filipenses 2:21: “Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús”. Podemos buscar lo que agrada a nuestro egoísmo. Pero entonces no debemos extrañarnos de que nuestra vida se destruya. Aquí tenemos las dos variantes. A todos digo, pero particularmente a los jóvenes: ¡“Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado”! (Colosenses 3:1). Entonces serán felices en vuestras vidas.

 

La obra del Señor (4:2-18)

¿Quién trabaja en la obra del Señor?

Normalmente, un cristiano está sentado sobre una silla con cuatro patas. Estas cuatro patas son: la esfera de los creyentes, la familia, el lugar de trabajo y la obra del Señor. Tal es la vida cristiana. ¿Tenemos todos algo que hacer en la obra del Señor? Es una pregunta seria que ahora nos queremos hacer. En el Nuevo Testamento, la expresión obra del Señor se encuentra en dos pasajes:

  • “Si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él hace la obra del Señor así como yo” (1 Corintios 16:10). Aquí tenemos a dos hermanos, Timoteo y Pablo, que en gran parte se han liberado de sus actividades profesionales para servir al Señor. Son designados como aquellos que trabajan en la obra del Señor. Aún hoy, si hermanos o hermanas se han liberado profesionalmente para trabajar en la obra del Señor, también podemos decir de ellos, de acuerdo con la Biblia, que ellos son obreros en la obra del Señor.
  • El segundo pasaje lo encontramos en 1 Corintios 15:58. En este capítulo se nos presenta la venida del Señor de manera muy sorprendente. El apóstol termina este tema con las palabras: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. Con este pasaje, vemos que todos los que pertenecen al Señor son exhortados a participar de su obra. Puesto que todos esperamos al Señor, somos conducidos a servirlo con celo. Ninguno tiene el mismo servicio, pero cada uno tiene una tarea. Es algo bueno imitar la fe de los demás. Pero en relación con el servicio del Señor, es importante que cada uno nos hagamos la siguiente pregunta: ¿Cuál es mi servicio?

Actividades en la obra del Señor

En los versículos 2 a 6, encontramos tres actividades en el servicio del Señor. Quizá pensemos que se trata primero de servirnos de nuestra boca, a fin de hablar de la salvación en el Señor Jesús.

Pero el orden divino es otro. Desempeña un papel importante en el servicio del Señor:

  • La oración (v. 2);
  • el andar (v. 5);
  • las palabras (v. 6).

 

Versículo 2: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”.

La oración

El trabajo en la obra del Señor comienza de rodillas. De rodillas debemos preguntar al Señor: ¿Qué debo hacer? Todos podemos orar por la obra del Señor. Hermanos y hermanas, jóvenes y mayores, pueden doblar las rodillas en la intercesión. En la oración hace falta perseverancia. Tan débiles somos, y tan deprisa nos cansamos, en la oración, que el apóstol nos recuerda: “Perseverad en la oración”.

Después nos exhorta a velar en la oración, puesto que muy deprisa pecamos. Si no estamos atentos, el pecado aparece en nuestra vida, y eso interrumpe la comunión con el Señor y estorba nuestras oraciones. Si un marido carece de consideración para con su esposa, según 1 Pedro 3:7, sus oraciones son interrumpidas.

La oración debe ser asociada con las acciones de gracias. A veces oramos con mucha insistencia por alguna cosa. Pero, cuando el Señor nos lo ha otorgado, nos olvidamos de darle las gracias. ¡Qué pena!

 

Versículos 3 y 4: “… orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar”.

Peticiones precisas para la obra del Señor

Para poder orar de manera concreta, necesitamos información sobre la obra del Señor. Con buena información, podemos intervenir de manera precisa por los diversos siervos y sus necesidades. Aquí somos exhortados a presentar, no peticiones globales, sino oraciones precisas. El hermano Kelly escribió una vez que después de la reunión de oración el Señor a veces debería preguntarnos: «¿Qué debo hacer ahora? ¿Qué han pedido concretamente?», porque solo presentamos oraciones generales, sin peticiones concretas.

Una puerta abierta

Pablo menciona a los colosenses un tema de oración: “Que el Señor nos abra puerta para la palabra”. Leemos a menudo informes de hermanos sobre la obra del Señor, para quienes numerosas puertas están abiertas. Pero Pablo deseaba tener, no muchas, sino una sola puerta abierta. No podemos pasar por varias puertas a la vez. Es efectivamente importante en la obra del Señor discernir paso tras paso, en la dependencia del Señor, por qué puerta debemos pasar. Cuando se trabaja desde hace mucho tiempo en la obra del Señor, nos exponemos a la rutina. Entonces no somos realmente dependientes del Señor. Quizá nos digamos: Hace mucho tiempo que no he ido a tal o cual lugar, bien podría ir ahora. Esto no es la dependencia. Deberíamos más bien preguntarnos constantemente dónde el Señor nos abre una puerta, a fin de ir allí.

Anunciar toda la verdad de Dios

El apóstol no quería anunciar solo el Evangelio de Dios, sino que deseaba presentar toda la verdad de Dios. Es un verdadero drama que las Buenas Nuevas de la salvación hayan sido separadas del misterio de Cristo. Por eso, a menudo cuando pensamos en la obra del Señor, no vamos más allá de las almas que pueden ser salvadas del juicio. Pero es también muy importante llevarlas al conocimiento del misterio de Cristo. Es efectivamente el misterio de la Iglesia, pero jamás es llamado de esta manera. El misterio de Cristo se halla descrito en la epístola a los Efesios. Es la verdad según la cual somos hijos de Dios, hijos y herederos, y formamos un cuerpo, junto con todos los rescatados. Pablo quería anunciar ese misterio de Cristo, y estaba dispuesto a sufrir por ello. Era la causa por la cual estaba prisionero.

Predicar de la manera adecuada

Luego, Pablo pide a los colosenses orar por él a fin de que su predicación se haga de la manera correcta. Primero les dice de qué quería hablar: del misterio de Cristo. Ahora deben orar por él para que sepa cómo debe presentar al Señor. Es algo importante. No solo el contenido debe ser el que corresponde, sino también el «envoltorio». No sin razón se dice: «no es lo que se dice, sino cómo se dice». Debemos encontrar la manera adecuada, a fin de que la Palabra sea no solo anunciada, sino también recibida en los corazones y producir efecto en la vida.

 

Versículo 5: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo”.

Andar sabiamente

Si trabajamos en la obra del Señor, nuestro andar es observado, es decir, la manera en que llevamos nuestra vida y nos comportamos. Nuestra conducta es pues importante y debe desarrollarse con sabiduría. Esto significa que aplicamos justamente la Palabra de Dios a la práctica de nuestra vida. Podemos aplicar la Palabra de Dios de manera absolutamente injusta. Un hermano era malo y duro con su esposa. Conocía particularmente bien el pasaje de la Biblia: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos”. Ciertamente tenía conocimiento, pero ninguna sabiduría, al citar continuamente ese versículo. Conocimiento y sabiduría, en su caso, hubiese sido aplicar la exhortación: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Efesios 5:22, 25). Santiago escribe en su epístola: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (1:5). De hecho, debería escribir: A todos les falta sabiduría. Pero piensa: «no es lo que se dice, sino cómo se dice». Si me expreso así, la mitad de los destinatarios cerrarán su corazón. Por eso dice: “Si alguno… tiene falta de sabiduría”. Así podemos aprender de Santiago cómo debemos expresarnos. Si deseamos honrar al Señor con nuestra conducta y participar en la obra del Señor, podemos pedir a Dios sabiduría para aplicar justamente su Palabra en las circunstancias de nuestra vida.

Redimir el tiempo

Esta exhortación a veces se entiende mal. Se piensa que, en lo posible, deberíamos trabajar 24 horas al día en el servicio del Señor. Pero no es esta la intención. Este versículo significa más bien: Hacer lo que es bueno en el momento justo. No podemos hablar del Señor a todos aquellos con quienes nos encontramos, a menos que estemos particularmente dotados para eso. Algunos creyentes tienen ese don. Pero la mayoría de nosotros no lo puede hacer. Aquí se trata de ocasiones que Dios prepara, oportunidades que desgraciadamente dejamos a menudo escapar. Entonces, no redimimos el tiempo.