Los dos ciegos y el mudo
La curación de los dos ciegos y del endemoniado mudo se encuentra solamente registrada en Mateo. Es probable que estos acontecimientos hayan ocurrido inmediatamente después de la resurrección de la hija de Jairo. Tomados juntos, los dos ciegos y el mudo nos dan un triste y completo cuadro del hombre en su condición natural. En cuanto a Dios el hombre es ciego, sus ojos están bastante abiertos a lo que concierne a su propia vida, negocios, placeres, etc., pero a todo lo que es espiritual él es uno que no ve. Aunque la bondad de Dios, las perfecciones de Cristo, la eficacia de su sangre, y las glorias del cielo le fuesen mostradas, no ve nada en éstas que atraigan su interés. El hombre natural es también tan mudo como ciego. La lengua, siempre dispuesta a hablar de las cosas temporales, queda en completo silencio cuando se trata de Dios y de Cristo. Concerniente al más alto y mejor de los temas, él no tiene absolutamente nada que decir. Su lengua está atada.
Sólo Dios puede abrir los ojos y librar las lenguas mudas. El Evangelio es enviado a los hombres “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban… perdón de pecados” (Hechos 26:18). Cuando los dos ciegos vinieron al Señor, él les pregunto: “¿Creéis que puedo hacer esto?” Ellos respondieron: “Sí, Señor”. Al instante fueron sanados y recibieron la vista. Hoy todavía los hombres espiritualmente ciegos y mudos son igualmente bienvenidos por el Señor. Basta un contacto verdadero con Él, buscado con fe, para que todo venga a ser visto en una nueva luz. Los que son libertados se sienten como introducidos en un nuevo mundo y pueden exclamar: “Vemos… a Jesús” (Hebreos 2:9). Sus ojos contemplan las glorias del Señor y Salvador, y pueden estimar todas las cosas como pérdida por la excelencia de Su conocimiento (Filipenses 3:8). Sus lenguas pueden glorificar al Señor y estar continuamente llenas con sus alabanzas; ellos pueden testificar de Él con fuerza a todos. Éste es sin duda un milagro espiritual.
A través de estos milagros, nuestro Señor estaba cumpliendo lo que mucho tiempo antes había sido anunciado de él en Isaías: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo” (35:5-6). Esta clase de milagro ha cesado hoy en día, pero reaparecerá cuando el reino milenial sea establecido. Mientras tanto el milagro espiritual se cumple ante nuestros ojos cada día. La gracia de Dios transforma las vidas de los hombres continuamente: los muertos son vivificados, los ciegos reciben la vista, los mudos hablan y cantan. ¿Quién sino Dios, por medio de su Evangelio, puede realizar tales maravillas?