La higuera maldecida
Cada milagro realizado por el Hijo de Dios sobre la tierra fue un acto de bondad y de misericordia, con la única excepción de la maldición de la higuera estéril. Esto ocurrió durante su última semana de su camino de aflicción. Ejerció su ministerio en Jerusalén durante esa semana, pero cada tarde él salía de Jerusalén para alojarse en Betania. Prefería la simplicidad y la realidad de la casa de Lázaro y sus hermanas, al muerto formalismo religioso que encontraba en Jerusalén.
Una mañana, pasando por el camino entre Betania y Jerusalén, Jesús se paró cerca de una higuera para tomar algunos frutos. Encontró hojas en abundancia, pero ningún higo. No era tiempo de higos (Marcos 11:12-14). Pronunció entonces una maldición sobre este árbol: “Nunca jamás nazca de ti fruto”. Y la higuera se secó desde las raíces (v. 20; Mateo 21:19).
Este proceder fue único, y su severidad inusual en la vida de nuestro Señor. De manera que vale la pena detenernos y buscar el significado de ello. Un tiempo antes él había asemejado al pueblo judío a una higuera plantada en una viña (Lucas 13:6). Esto nos da la clave para comprender este notable incidente. Él mismo era Dios que había mostrado favor y cuidado a Israel por siglos, y quien tenía derecho a esperar algo a cambio. Pero, la historia de Israel ha sido una de pecado y rebelión desde el comienzo. Bajo cada prueba divina no produjeron nada, sino espinos y abrojos. Ahora él había venido desde el cielo en persona para ponerlos a la prueba suprema de su presencia. Esto pronto terminaría en su muerte. Conspiraban contra él, y en unos pocos días estaría en una tumba. Él lo sabía perfectamente bien. La maldición de la higuera era por tanto una acción simbólica; porque este árbol representaba a Israel bajo el antiguo pacto, que pronto debía ser absolutamente rechazado como estéril para Dios sobre la tierra. Cuando Dios reúna y coseche fruto de esa nación, será de una nueva generación bajo el nuevo pacto de gracia en el reino milenial.
La maldición de la higuera contiene un mensaje tanto para los hombres de la cristiandad como para los hombres de Israel. La historia de Israel es un espejo en el cual todos los hombres pueden verse reflejados. La cristiandad hoy es tan infructífera para Dios y alejada de él, como Israel en el pasado. Podemos observar cómo se caracteriza por una profesión religiosa vana y sin valor. En ninguna esfera hay tantas apariencias como en la religiosa. Los hombres conmemoran con fiestas el nacimiento del Salvador mientras desprecian su salvación; edifican costosos templos en su nombre mientras le niegan un lugar en sus corazones; celebran con pomposos rituales su muerte expiatoria mientras la desprecian en sus vidas. El Juez del culpable Israel no ignorará para siempre a la cristiandad, aún más culpable que Israel. Romanos 11:16-22 nos presenta su justo destino. Dejemos de lado este formalismo engañoso. El que nos amó y se entregó por nosotros es digno de que nuestros corazones den algo a cambio.